BOGOR, Indonesia (02 de julio de 2012)_Los países que están considerando invertir en bioenergía como una forma de mejorar los ingresos en áreas rurales y cumplir otras metas políticas podrían echar un vistazo al futuro gracias a una nueva herramienta interactiva que puede simular los impactos de la producción de biocombustibles sobre una gama de factores, tales como el crecimiento económico, el uso de la tierra y la creación de empleos.
La herramienta puede ayudar a que los países ponderen los costos y las oportunidades de atraer inversión para alternativas de combustibles potencialmente más ecológicos y más sostenibles – tema que dominó las conversaciones en la conferencia de Río+20.
La herramienta, parte de un proyecto financiado por la UE y liderado por el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) fue lanzada como parte de la Cumbre Río+20 en Brasil. Entre otras metas, la herramienta presentada en un reciente estudio de CIFOR intentaba entender cómo el flujo de las inversiones – tanto internacionales como internas – podría impactar los paisajes forestales y los medios de subsistencia de las personas.
“La elección del modelo de negocios que un país decida adoptar, podría determinar en forma crucial los impactos sobre la tierra y los medios de subsistencia, por lo que desarrollamos esta herramienta para entender cómo los instrumentos de política podrían afectar la magnitud de los flujos de inversión en distintos modelos de negocio”, dijo Eric Kemp-Benedict del Instituto del Medio Ambiente de Estocolmo, autor del estudio, quien lideró el desarrollo de la herramienta.
“Las finanzas, la inversión y la iniciativa empresarial, son fuerzas económicas poderosas que a los gobiernos les gustaría aprovechar, pero tienen su propia vida y pueden tener impactos que no hacen felices a los gobiernos. Los medios de vida, los presupuestos y la autonomía de la población local pueden ser afectados en forma negativa”, agregó.
En combinación con un modelo de impactos en el paisaje, la herramienta ayudará a los encargados de formular políticas que toman decisiones sobre bioenergía en países tropicales en desarrollo, permitiéndoles probar rápidamente muchas combinaciones distintas de políticas en un entorno controlado y luego evaluar e investigar los impactos modelados.
La herramienta muestra estimados de escenarios futuros hasta el año 2035. Considera distintas opciones de políticas como información – tales como subsidios internos y para exportación, zonificación e impuestos, incluyendo un impuesto al carbono – y presenta indicadores de interés para los encargados de redactar políticas – tales como inversión extranjera, propiedad a nivel interno, ingresos tributarios, exportaciones netas de energía, uso de tierra y empleos.
Adicionalmente, se puede incluir en los modelos aquellos factores que los formuladores de políticas no pueden controlar – y que en muchos casos pueden ser altamente inciertos, tal como los precios futuros del petróleo. Otra información a considerar puede ser el compromiso político, la seguridad de la tenencia y el riesgo de la inversión nacional. Para estos “factores difusos” – factores a lo que es difícil asignarles cifras – los usuarios del modelo pueden estimar un valor aproximado, estableciendo el valor en una escala de bajo a alto.
Si bien el modelo todavía está en desarrollo, las pruebas sugieren que puede ofrecer estimados útiles, permitiendo a los países considerar los impactos potenciales de la fluctuación en los mercados.
“El modelo produce algunos ciclos de “auge y caída” para los biocombustibles: Ingresan muchos flujos de inversión, dando como resultado una sobre extensión, y por ello algunas de esas operaciones salen del negocio”, dice Kemp-Benedict.
Esto indica que el modelo puede ser un medio sólido para examinar escenarios de la vida real. Muchas regiones de hecho han sufrido esos ciclos. “Por lo que este modelo nos permite pensar las opciones de política que podrían ayudarnos a impedir tales resultados en el futuro.”
Más aún, el estudio liderado por CIFOR del cual forma parte este modelo, ha encontrado que la prisa por producir biocombustibles ha ocasionado altos niveles de deforestación en muchos países tropicales y por lo tanto puede tener impactos significativos en el cambio climático mundial y en los servicios locales del ecosistema.
A pesar de que el debate público sobre biocombustibles mayormente se refiere al tema de “alimentos versus combustible” – usando cultivos comestibles como el maíz, la soya y la caña de azúcar para hacer combustible para maquinaria en vez de alimentos para las personas – la deforestación es un resultado que los formuladores de políticas deben tener en mente, dice Kemp-Benedict.
Sin embargo, cuando se maneja de manera sostenible – como priorizando el cultivo de materias primas en tierras degradadas y evitando el desmonte de la selva virgen – el biocombustible producido para la exportación puede lograr una contribución importante para las metas de desarrollo nacional. .
De acuerdo con La Herramienta de Información Mundial sobre Biocombustibles, una descripción geográfica de acceso abierto desarrollada por CIFOR con apoyo de Profundo, Indonesia es un exportador neto de bioenergía, produciendo 104 millones de litros de etanol y biodiesel al año, y exportando casi cuatro quintos de este total, 81 millones de litros.
Más aún, en un mundo donde los recursos de combustible fósil se están agotando cada año, y donde la extracción de fuentes “residuales” como el petróleo en aguas profundas, las arenas bituminosas y el gas de lutita se presentan con grandes riesgos ambientales y de seguridad, la producción de bioenergía puede contribuir también a la seguridad energética nacional.
Los shocks de abastecimiento y los cambios dramáticos en los precios de combustible fósil, tienen impactos grandes particularmente en los países en desarrollo que son importadores netos de petróleo, llevando a muchos economistas y formuladores de políticas a afirmar que los países tropicales en desarrollo tienen mucho que ganar al invertir en la producción de sus propios abastecimientos de bioenergía.
“Todo se reduce al hecho de que este sector implica muchas promesas pero también mucho riesgo”, dice Kemp-Benedict.
El Modelo Nacional de Inversión en Bioenergía (NBIM, por sus siglas en inglés) fue producido en colaboración con el Concejo Sudafricano para la Investigación Científica e Industrial (CSIR) y con el Instituto del Medio Ambiente de Estocolmo (SEI).
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