Imagínese un planeta donde nunca llueve y donde cada horizonte se extiende en una interminable superficie de polvo y arena. Parece un planeta lejano: un paisaje desolado en Marte o el implacable terreno de Arrakis, el páramo ecológico descrito en Dune (1965), la novela clásica de ciencia ficción de Frank Herbert. Pero, ¿son esas terribles visiones escenarios descabellados o realidades inminentes?
El crecimiento demográfico, la deforestación, el pastoreo excesivo, la erosión del suelo y el cambio climático están ejerciendo una inmensa presión sobre los ecosistemas de las tierras áridas, socavando la biodiversidad y disminuyendo la productividad agrícola, lo que amenaza los medios de vida de miles de millones de personas.
El año pasado, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) informó que, entre 2015 y 2019, el mundo perdería cada año al menos 100 millones de hectáreas de tierras sanas y productivas, una cifra asombrosa equivalente a dos veces el tamaño de Groenlandia.
Para ayudar a contrarrestar esta alarmante tendencia, la 16ª Sesión de la Conferencia de las Partes de la CNULD (COP 16) se reunirá en Riad, Arabia Saudita, del 2 al 13 de diciembre de 2024.
La reunión de este año en Riad marca un hito: el 30 aniversario de la CNULD, una de las tres Convenciones de Río, junto con los tratados sobre cambio climático y biodiversidad. Se creó en 1994 y trabaja para proteger y restaurar la tierra al tiempo que garantiza un futuro más seguro, justo y sostenible.
País anfitrión
Arabia Saudita, una región desértica en un 95 %, está liderando el camino con sus propios planes de restauración de tierras. La Iniciativa Verde Saudí, lanzada en 2021, pretende convertir el 30 % de su territorio en reservas naturales, plantar 10 000 millones de árboles y restaurar 40 millones de hectáreas de tierras degradadas. El país también lidera los esfuerzos para plantar otros 40 000 millones de árboles en toda la región a través de la Iniciativa Verde de Oriente Medio.
El objetivo combinado de 50 000 millones de árboles entre ambas iniciativas representa el 5 % del objetivo mundial de forestación, lo que equivale a restaurar 200 millones de hectáreas de tierras degradadas, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Arabia Saudita también se ha asociado con el Grupo de los 20 y la CNULD para poner en marcha la Iniciativa Global del G20, cuyo objetivo es reducir la degradación en un 50 % para 2040.
En los últimos años, el país ha demostrado que la restauración de tierras puede tener éxito en el desierto. El Proyecto Al Baydha, una iniciativa de agricultura regenerativa en el oeste de Arabia Saudita, ha transformado la vida de las tribus beduinas mediante el cultivo en terrazas y una gestión mejorada del agua. Al captar el agua de la lluvia durante el invierno para utilizarla en la regeneración del desierto, el proyecto estimula la economía local y sirve de modelo para otras regiones del país.
“No podemos tener un desarrollo sostenible sin protección medioambiental, y la tierra está en el centro de la protección medioambiental”, aseguró Osama Ibrahim Faqeeha, viceministro de Medio Ambiente de Arabia Saudita, en una entrevista con el PNUMA a principios de este año.
¿Qué es la desertificación?
La desertificación es una forma de degradación de la tierra que se produce cuando la tierra fértil deja de ser apta para su uso debido a la actividad humana o a procesos naturales, como la sequía. Afecta a casi una sexta parte de la población mundial y al 70 % de todas las tierras áridas, lo que provoca una pobreza generalizada en ellas, según la ONU.
Los paisajes resecos se traducen en una menor producción de alimentos vegetales y ganado a medida que escasean las fuentes de agua, lo que obliga a muchos habitantes a emigrar a otros lugares en busca de suelo fértil.
Los desiertos no siempre son las arenas y rocas abrasadas por el sol del Sáhara o las llanuras barridas por el viento del desierto chino de Gobi. Los mayores desiertos de la Tierra se encuentran bajo las temperaturas bajo cero de la Antártida y el Ártico, donde líquenes, plantas resistentes y microorganismos han evolucionado para sobrevivir en medio del implacable hielo polar.
Sin embargo, estos desiertos polares se están calentando hasta cuatro veces más rápido que el resto del planeta, lo que pone de relieve la urgente necesidad de mitigar los efectos del cambio climático reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero.
Bosques y árboles
La estrategia más eficaz para combatir la desertificación es la conservación de los bosques y los árboles. Estas barreras naturales evitan la erosión del suelo, protegen las cuencas hidrográficas, reducen la salinización, proporcionan hábitats para la biodiversidad y absorben parte de las emisiones de dióxido de carbono que agravan el cambio climático.
Los bosques y los árboles también ayudan a las comunidades locales y a los pueblos indígenas, que durante siglos han sido los guardianes de la gestión sostenible de la tierra, proporcionándoles alimentos y productos forestales de alto valor.
Los bosques desempeñan un papel destacado en la lucha contra la degradación de la tierra. Esto se debe a que la desertificación se concentra principalmente en las zonas áridas del mundo, donde viven 2000 millones de personas y el 25 % de los bosques del planeta, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
Quizá el símbolo más reconocible de la restauración de tierras en las zonas áridas sea la Gran Muralla Verde. Esta ambiciosa iniciativa, en la que participan 22 países africanos y que se extiende a lo largo de 8000 kilómetros de este a oeste, pretende restaurar 100 millones de hectáreas de tierras degradadas, secuestrar 250 millones de toneladas de carbono y crear 10 millones de empleos verdes para 2030.
Logros de la CNULD
Aunque los esfuerzos mundiales para contener la desertificación han sido hasta ahora insuficientes para resolver el problema, la CNULD ha logrado algunos avances en los últimos tiempos y ha elaborado un marco internacional para la futura restauración de tierras.
Durante el Decenio de las Naciones Unidas para los Desiertos y la Lucha contra la Desertificación, de 2010 a 2020, la CNULD aumentó la concienciación mundial sobre la desertificación, amplió la comprensión científica del problema e impulsó a muchos gobiernos a adoptar políticas que incentivan a los usuarios de la tierra a evitar, reducir o revertir la degradación.
La CNULD también ha defendido el concepto de neutralidad de la degradación de la tierra (NDT), que exige una jerarquía de medidas: evitar, minimizar y compensar. El objetivo es equilibrar cualquier nueva degradación de la tierra restaurando y rehabilitando otras zonas degradadas.
En 2022, unos 78 países habían fijado 484 objetivos para evitar, reducir e invertir la degradación de la tierra de aquí a 2030, según el Panel de Datos de la CNULD.
A escala mundial, los países se han comprometido a restaurar mil millones de hectáreas de tierra –una superficie mayor que la de China– en el marco del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030).
La salud del suelo
En última instancia, la desertificación se reduce al estado del propio suelo. “Sabemos que alrededor del 65 % de los suelos africanos están degradados, al igual que un tercio de los suelos de todo el mundo”, declaró Éliane Ubalijoro, CEO del Centro para la Investigación Forestal Internacional y del Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF), en una entrevista el año pasado. “La salud de nuestros suelos determinará la salud de nuestros sistemas alimentarios, que a su vez determinarán la salud de nuestra población mundial”.
Como parte de la NDT, el seguimiento de la salud del suelo y la tierra es fundamental. CIFOR-ICRAF ha desarrollado y puesto en práctica una herramienta de evaluación robusta y rápida para hacer un seguimiento de los cambios en la salud del suelo, la degradación de la tierra y la diversidad de la vegetación.
El Marco de Vigilancia de la Degradación del Suelo (LDSF, por sus siglas en inglés), implementado en más de 45 países de los trópicos del mundo, es un marco flexible que puede utilizarse para recopilar datos sobre diversos indicadores de la salud de la tierra. Ha sido utilizado por una amplia gama de partes interesadas, incluidos organismos gubernamentales, ONG e investigadores, abarcando una serie de ecosistemas y usos de la tierra.
Además, CIFOR-ICRAF está creando una de las mayores bibliotecas de indicadores de la salud del suelo, incluida una biblioteca espectral del suelo con más de 200 000 muestras de suelo georreferenciadas. Estos datos son fundamentales para evaluar los cambios en el carbono orgánico del suelo, un indicador clave en la NDT.
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