La biodiversidad –otra forma de llamar a la diversidad biológica– se refiere a la variedad de la vida en la Tierra, desde las bacterias más diminutas hasta los mamíferos más grandes. Sin la biodiversidad no tendríamos aire que respirar, agua para beber, alimentos para comer y, simplemente, no podríamos vivir.
Es por ello que en todo el mundo se reconoce que el colapso global de la biodiversidad amenaza la salud humana y planetaria. El declive actual de las especies «no tiene precedentes» (IPBES, 2019), la ciencia habla de la sexta extinción masiva y los líderes empresariales mundiales de una preocupación creciente para la economía mundial. Estamos peligrosamente cerca –y en algunos casos, cruzando ya– puntos de inflexión ecológicos catastróficos. Pero aún podemos actuar. Debemos movernos con rapidez y determinación, aprovechar los éxitos del pasado y aprender de los fracasos anteriores para adoptar un enfoque audaz e innovador que no se parezca a nada que se haya intentado antes.
Durante tres décadas, los ministerios de medioambiente, los científicos y la sociedad civil han elaborado más de quinientos convenios y acuerdos ambientales multilaterales relacionados con la biodiversidad. Entre ellos destacan las Estrategias y Planes de Acción Nacionales sobre Biodiversidad (EPANB), establecidas en la Cumbre de la Tierra de 1992 como principal medio para promulgar el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). El objetivo de estos planes es integrar las consideraciones relativas a la biodiversidad en las políticas nacionales. A pesar de algunos éxitos, las EPANB han fracasado en gran medida, pues la sociedad aún no ha comprendido que nuestro destino depende urgentemente de la biodiversidad. Abundan los retos, como también las barreras para llegar a amplios segmentos de la sociedad, la falta de conocimientos específicos del contexto y el riesgo de narrativas cooptadas y perjudiciales en torno a la biodiversidad.
Además, el avance del conocimiento y la concientización medioambientales hacia la acción no es lineal. Y, en adición, los modelos anticuados de comunicación científica no tienen en cuenta que los valores y la capacidad de acción influyen mucho en el cambio de comportamiento. Entonces, ¿qué hace falta para movilizar a la sociedad en todos los sectores y acelerar la concientización, el conocimiento y la acción con una velocidad y un impacto sin precedentes? Los estudios demuestran que el 25 % de la población puede desencadenar un punto de inflexión social. Pero estudios anteriores sugieren otra vía: si solo el 3,5 % actúa de forma coordinada como agentes de cambio muy visibles y conectados, pueden lograr transformaciones políticas y sociales aparentemente imposibles.
Los agentes del cambio y los defensores de la biodiversidad se pueden encontrar en todos los segmentos de la sociedad, en empresas innovadoras del sector privado, en líderes inspiradores y en la sociedad civil, que son conscientes del problema, están dispuestos a actuar y ya lo están haciendo. Los agricultores y los Pueblos Indígenas son los mejores guardianes y maestros de la biodiversidad.
Tenemos que revolucionar la forma de concientizar, educar e impulsar un cambio de comportamiento duradero en favor de la biodiversidad. Para ello necesitamos:
- El creciente poder de las comunidades orientadas a la acción: El mundo se está moviendo de la acción individual a comunidades dinámicas y colaborativas de individuos con ideas afines. Necesitamos enfoques de abajo hacia arriba específicos para acelerar el trabajo de las diversas comunidades locales existentes y de los defensores de la biodiversidad, intermediando en sus conexiones con redes regionales y mundiales, para impulsar cambios sociales en el pensamiento, la toma de decisiones y el comportamiento.
- Una rápida revolución digital ofrece enfoques innovadores: En 2023, más del 64 % de la población mundial se conecta en línea, frente al 39 % en 2013. Esta conectividad, combinada con las nuevas tecnologías, permite lanzar campañas innovadoras y fomentar una participación creativa de toda la sociedad que antes era imposible, colaborando al mismo tiempo con socios locales para superar la brecha digital.
- Avances en la capacidad organizativa y la colaboración: La capacidad de las organizaciones de desarrollo y medios de comunicación para colaborar y obtener resultados es mucho mayor que hace una década. Aunque iniciativas anteriores como Green Wave del CDB eran prometedoras, las organizaciones actuales están mejor equipadas para aprovechar su potencial. Necesitamos un modelo de asociación integrador que pueda convocar rápidamente mesas redondas y facilitar la cocreación entre una red creciente de socios locales e internacionales.
Para garantizar la vida tal y como la conocemos y detener e invertir la pérdida de biodiversidad es necesaria una transformación en todos los niveles de la sociedad: particulares, empresarios, instituciones y socios internacionales tendrán que trabajar juntos para comprender los trade-offs, acordar compromisos y aprovechar las oportunidades.
La creación de marcos normativos y la aplicación de la ley por sí solas no bastan para invertir la tendencia; el conocimiento y la concientización sobre la importancia de la diversidad biológica para la vida de todos son rutas importantes para un cambio transformador. Lo que hace falta es un plan de biodiversidad que se adapte a los medios de vida, la cultura y las aspiraciones locales: necesitamos un plan de biodiversidad para todos.
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