Finalmente se consiguió: tras años de retrasos a causa de la pandemia de la COVID-19, el traslado de Kunming (China) a Montreal (Canadá) y semanas de negociaciones hasta altas horas de la noche, salpicadas de huelgas y protestas, el 19 de diciembre de 2022 se llegó a un consenso para el “nuevo acuerdo” para la biodiversidad con la adopción del Marco Mundial para la Diversidad Biológica (GBF, por sus siglas en inglés) de Kunming-Montreal, como resultado de la 15ª reunión de la Conferencia de las Partes (COP15) del Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (UNCBD).
El fracaso del marco predecesor –con el que ninguna de las Metas de Aichi fijadas en 2010 se alcanzó hasta el 2020 como planeado– se sumó a la tensa dinámica de las negociaciones. El nuevo marco no es perfecto, como explicaré en adelante, pero hay algunos elementos importantes que, si se aplican de forma eficaz y equitativa, pueden tener un verdadero impacto positivo.
Quizá el más notable sea el objetivo de proteger el 30 % de la tierra y el mar de nuestro planeta para 2030. El carácter internacional del objetivo significa que la atención se centrará en los países con mayor biodiversidad que protegen zonas clave como los bosques tropicales de la Amazonía, de la cuenca del Congo y de Indonesia, todas estas, zonas en las que el Centro para la Investigación Forestal Internacional y el Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF) tiene una fuerte presencia y asociaciones sólidas.
Dado que la comunidad internacional tardó casi seis décadas en proteger el 17 % del planeta, se trata de un objetivo ambicioso que exigirá una acción coordinada y cuidadosa. Gran parte de la creación de áreas protegidas en el pasado ha estado impulsada por enfoques colonialistas de “conservación amurallada” que no tienen en cuenta los derechos, territorios y contribuciones de los pueblos indígenas y las comunidades locales que habitan las zonas. Estos enfoques restrictivos han tenido consecuencias nefastas para las personas y la naturaleza, con el consiguiente desmoronamiento tanto de la biodiversidad como de los medios de vida.
En este sentido, cabe elogiar el lenguaje contundente sobre estas cuestiones en el nuevo marco, que reafirma la protección de los derechos y territorios indígenas en sus 23 metas y cuatro objetivos, y apuesta por garantizar su voz en la toma de decisiones. Sin embargo, será crucial prestar mucha atención a cómo se hace y si esto se materializa en la práctica. Como pone de relieve gran parte del trabajo del CIFOR-ICRAF, es fundamental reconocer la intervención humana en la configuración de paisajes sostenibles. Como comunidad global, tenemos que ser más hábiles a la hora de diferenciar entre la actividad humana que ha sido perjudicial y el uso de los recursos naturales que ha sido, es o puede ser sostenible.
También es significativo el acuerdo para desarrollar un mecanismo multilateral de reparto de beneficios y financiación que ayude a establecer la soberanía sobre el código genético digital en manos de aquellos en cuyos paisajes terrestres y marinos reside (en lugar de en las manos de los biopiratas y las empresas). También fue alentador ver un nuevo objetivo independiente sobre igualdad de género y empoderamiento de las mujeres y las niñas; y la inclusión del término “gender-responsive” (sensible al género en la práctica) en lugar del más débil “gender-sensitive” (sensible al género). También es de agradecer el objetivo (largamente esperado) de reducir las subvenciones perjudiciales para la pesca, la agricultura y los combustibles fósiles en al menos 500 000 millones de dólares anuales para 2030: en la actualidad, al menos 1,8 mil millones de dólares de tales subvenciones financian la destrucción de la biodiversidad anualmente.
Entre estas victorias, ha sido decepcionante ver cómo se suavizaba el lenguaje que promovía y centraba a la agroecología en el objetivo relacionado con la agricultura sostenible del marco. El texto final dice: “La aplicación de prácticas respetuosas con la biodiversidad, como la intensificación sostenible, la agroecología y otros enfoques innovadores…”; sin embargo, tengamos en cuenta que la intensificación sostenible provoca una pérdida significativa de la biodiversidad y se ha demostrado que no frena la expansión agrícola. Otro tema que vemos con preocupación es que un énfasis excesivo en las áreas protegidas a través del objetivo 30×30 podría restar la atención necesaria al desarrollo de sistemas alimentarios biodiversos, inclusivos y resilientes, un tema en el que CIFOR-ICRAF cuenta con 70 años de experiencia combinada a nivel global. La agroforestería y los árboles en las fincas, por ejemplo, pueden desempeñar un papel importante en la restauración y mejora de los ecosistemas, al tiempo que producen alimentos y nutrientes fundamentales.
Las discusiones sobre quién pagará la factura de la conservación de la biodiversidad también fueron tensas, y la reticencia de los países más ricos a asumirla provocó en cierto momento el abandono de los delegados de más de 70 países del Sur Global. Al final, se alcanzó el objetivo de destinar 200 000 millones de dólares anuales a iniciativas de conservación, una cantidad que se consideró fundamental para el éxito del marco, aunque algunos países en desarrollo como la República Democrática del Congo (RDC), Brasil y Malasia expresaron su decepción por el hecho de que los países más ricos no ofrecieran una cantidad mayor y no se creara un nuevo fondo para la biodiversidad.
Entonces, ahora que tenemos un camino acordado para detener la pérdida de especies y proteger la biodiversidad que aún hay el mundo, ¿qué nos queda por delante?
Al abordar estas múltiples crisis que atravesamos con la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la creciente desigualdad, los sistemas alimentarios quebrados, las cadenas de suministro insostenibles simultáneamente a través de la ciencia transdisciplinar, CIFOR-ICRAF está aportando con soluciones holísticas a escala en áreas prioritarias y con el mayor potencial de impacto positivo: gestión sostenible de paisajes de uso múltiple, promoción de la conservación en paisajes productivos a través de enfoques agroecológicos, y preservación de los medios de vida locales y globales. Por nuestro lado, seguiremos trabajando para cambiar las tendencias medioambientales negativas, generando pruebas del enorme valor de los árboles en los bosques, las fincas y los paisajes.
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