Las turberas peruanas cumplen un importante rol al ser inmensos reservorios de carbono, por ello, las acciones para su conservación, manejo sostenible y restauración son consideradas claves entre las soluciones naturales frente a la crisis climática.
En un reciente evento en la ciudad de Iquitos, donde se realizan investigaciones sobre el secuestro y las emisiones de carbono en las turberas amazónicas de Perú, actores claves del estado fortalecieron sus capacidades en la contabilidad de reservas de carbono (C) y los flujos de gases de efecto invernadero (GEI) de turberas, en un taller de capacitación organizado por el equipo de cambio climático de CIFOR-ICRAF, el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), el Servicio Forestal de los Estados Unidos (US Forest Service), la Universidad de St Andrews del Reino Unido y SilvaCarbon.
SITUACIÓN DE LAS TURBERAS PERUANAS
Las turberas peruanas están distribuidas entre las regiones costera, andina y amazónica. En la zona costera existe presencia de turba en los manglares; en las zonas altoandinas la turba se encuentra en los humedales conocidos como bofedales, en ecosistemas de jalcas y en los páramos; mientras que las turberas amazónicas se encuentran sobre todo en los pantanos de palmeras de aguaje (Mauritia flexuosa) conocidos como aguajales, en los varillales hidromórficos, también en pantano herbáceo-arbustivo y en las tahuampas, según explicó la investigadora Eurídice Honorio de la universidad de St Andrews.
La mayor extensión de turberas peruanas ocurre en la región amazónica, donde se estima que hay aproximadamente seis millones de hectáreas de turberas, según indicó Honorio.
“En las turberas amazónicas peruanas tenemos más de cinco mil millones de toneladas de carbono, pese a que estas turberas cubren solo el 5 % de la superficie del país, tienen tanto carbono debajo del suelo como todos los bosques del Perú”, señaló la investigadora.
GESTIÓN SOSTENIBLE Y CONSERVACIÓN
La conservación de las turberas es fundamental en el actual contexto de cambio climático. Además de almacenar inmensas cantidades de carbono, proveen servicios ecosistémicos como la regulación hídrica que permite la adaptación a variaciones climáticas relativas a la pluviometría, constituyen el hábitat de una biodiversidad única, y son parte fundamental de la cultura de muchas comunidades indígenas, entre otros.
Los ecosistemas de turberas más extensos del Perú conocidos a la fecha son los aguajales, donde predomina un tipo de palmera cuyo fruto tiene gran importancia socioeconómica y alimentaria en la región Loreto. Se estima que en su capital Iquitos se utilizan aproximadamente 20 toneladas de aguaje diarios, para fines domésticos y artesanales usando las hojas de la palmera para elaboración de cestos, paneras, abanicos, esteras, techos de viviendas, entre otros y los frutos para la elaboración de refrescos, helados y otros productos derivados.
Lamentablemente, el aprovechamiento no sostenible del aguaje mediante la tala indiscriminada de palmeras hembra viene impactando por años a este ecosistema, con consecuencias para la biodiversidad, las emisiones de GEI y los medios de vida de las poblaciones locales. Además, en los últimos años, las actividades extractivas, como la explotación de recursos petroleros y mineros, así como las obras de infraestructura y el cambio de uso de suelo ponen en riesgo su conservación.
“Es imprescindible que las políticas peruanas aseguren la conservación y el uso sostenible de las turberas y las prioricen dentro de la agenda nacional sobre el clima y el ambiente”, destacó Mariela Lopez, investigadora de CIFOR-ICRAF y autora principal de la publicación “¿Qué sabemos sobre las turberas peruanas?”
Kristell Hergoualc’h, investigadora de CIFOR-ICRAF, quien durante más de ocho años viene investigando a las turberas amazónicas peruanas considera indispensable sensibilizar a la población respecto al manejo del recurso, intercambiando los conocimientos y prácticas tradicionales de los pueblos indígenas, informando sobre las consecuencias del crecimiento desmedido de las poblaciones en las áreas de aguajales y el riesgo de liberar las enormes cantidades de carbono que se almacenan en las turberas.
“A nivel de investigación también es importante identificar las zonas donde la degradación es mínima y las zonas que ya están devastadas; y evitar que el carbono se libere”, destacó Hergoualc’h.
Las emisiones de CO2 asociadas a la descomposición de la turba representaron del 1 al 4 % de las emisiones nacionales debido a la deforestación en el 2000-2016 en la Amazonía peruana, indicó Honorio.
“Estas emisiones aún son bajas pero crecientes por lo que es indispensable promover la conservación y el manejo sostenible de estos ecosistemas, para reducir la deforestación y generar alternativas viables para mantener los medios de vida de las poblaciones rurales peruanas”, explicó.
CAPACIDADES PARA LAS POLÍTICAS
En el taller, especialistas de la unidad de cambio climático y desertificación del Ministerio del Ambiente del Perú (Minam), del Servicio Forestal Nacional y de Fauna Silvestre (Serfor) y el IIAP, entre otros actores claves, fueron informados sobre los conceptos generales de la medición de reservas de carbono y el mapeo de turberas, la medición de flujos de GEI, los principios de contabilidad del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC), el suplemento de humedales de las directrices del GIEC para los inventarios nacionales de GEI, y sobre los factores de emisión a utilizar para las turberas peruanas.
Además, los participantes conocieron dos sitios de estudio donde se monitorean las emisiones de GEI provenientes de la degradación de turberas en Iquitos.
“Este espacio ha permitido conocer nuevas herramientas para el monitoreo de los GEI de las turberas y confluir diversas instituciones”, indicó Alex Arana, especialista en valoración de bosques del Serfor.
“Las metodologías aprendidas en el taller servirán de base en el diseño de proyectos para captar fondos y monitorear las estimaciones de biomasa y carbono que están contenidas en las turberas, en el marco del Inventario Nacional Forestal que realiza Serfor”, destacó.
“Esta actividad nos permite conocer de cerca el trabajo que realizan las instituciones de investigación como IIAP y CIFOR-ICRAF; y, con esa información, generar políticas que puedan sumar a los avances nacionales en la gestión del cambio climático”, precisó Nelly Cabrera, especialista en Inventarios de GEI del Minam.
“Lo que se espera con este primer acercamiento es formar grupos de trabajo para mejorar nuestro reporte de emisiones y hacer un inventario de GEI de mejor calidad”, destacó.
Para obtener más información, puede ponerse en contacto con Kristell Hergoualc’h en k.hergoualch@cgiar.org o Mariela Lopez en m.lopez@cgiar.org
Esta investigación se realizó en el marco del Programa de Adaptación y Mitigación Sostenibles de los Humedales (SWAMP, por sus siglas en inglés) y el Estudio Comparativo Global sobre REDD+ (www.cifor.org/gcs) de CIFOR. Recibió el generoso apoyo de los Gobiernos de los Estados Unidos de América y Noruega. Se llevó a cabo como parte del programa de investigación del CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería (CRP-FTA, por sus siglas en inglés) con apoyo financiero de los Donantes al Fondo CGIAR.
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