Dado que los ecosistemas forestales almacenan grandes cantidades de carbono, la restauración ecológica es considerada una solución vital basada en la naturaleza para limitar el calentamiento global, conservar la biodiversidad y disponer de servicios esenciales tales como la regulación hidrológica y la polinización.
Por ello, para que las múltiples teorías y estrategias enfocadas en la restauración forestal y del paisaje se unifiquen en una receta para la implementación exitosa, se necesitan dos cosas: reconocer su variabilidad y asegurar que los responsables de la formulación de políticas y las comunidades puedan acceder a ellas por medio de capacitación básica sólida, destaca Manuel Guariguata, científico principal y experto en restauración forestal del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).
Junto a un equipo de especialistas, Guariguata está trabajando en la elaboración de una serie de recomendaciones que permitan diseñar estrategias para orientar políticas y prácticas eficaces para la restauración.
“Desde los puntos de vista operativo y de desarrollo de capacidades, implementar la restauración forestal y del paisaje conlleva desafíos”, explica Guariguata. “Necesitamos reunir de manera constructiva equipos con los antecedentes disciplinarios necesarios, que incluyen forestería, ecología, economía, así como ciencias sociales y políticas. También debemos entender que la restauración es un proceso dinámico e incierto”, asegura.
Las definiciones de ‘éxito’ van cambiando, a medida que las opiniones de las partes interesadas sobre lo que constituye un resultado deseable evolucionan, en la medida en que los gobiernos y sus contextos políticos cambian y debido a los desfases entre los ciclos de los donantes y los objetivos de largo plazo para las metas de restauración, indica el investigador.
Y aunque restablecer la salud ecológica de las áreas degradadas para obtener beneficios ambientales, de salud y socioeconómicos no es un concepto nuevo, esta idea ha cobrado fuerza a causa del agravamiento de la crisis ambiental. En virtud del Desafío de Bonn, acordado en 2014 en las negociaciones climáticas de las Naciones Unidas, y como parte de la Declaración de Nueva York sobre los Bosques, muchos países se han comprometido a restaurar 350 millones de hectáreas de tierras degradadas para el año 2030.
En medio del ímpetu causado por el inminente lanzamiento de la Década de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas 2021-2030, que apoya esta meta de restauración, los científicos están evaluando cuidadosamente cómo podrían lograrse las metas de manera rápida y eficiente.
Restaurar los bosques y paisajes es un proceso complejo, en parte porque significa involucrar a una extensa gama de marcos sociales e institucionales, incluyendo a diferentes gobiernos y jurisdicciones. Al mismo tiempo, las políticas deben vincularse con los derechos de tenencia y acceso a la tierra, y los beneficios que buscan las múltiples partes interesadas y los responsables de la toma de decisiones; con planes de implementación y monitoreo que sean inclusivos a nivel social y de género; con recursos financieros, humanos y biológicos; y con el conocimiento técnico y de tecnologías necesario, incluyendo las prácticas tradicionales y culturales y el conocimiento relacionado con estas.
“Una alternativa para ampliar las capacidades humanas, en respuesta a la demanda y agenda global de restauración, es mejorar la disponibilidad de educación continua a escala global, incluidos cursos universitarios acreditados, cursos extracurriculares y otros cursos de extensión profesional”, sostiene Guariguata.
Un estudio reciente, sostuvo el investigador, realizada a más de 400 profesionales que trabajan en temas de restauración de Latinoamérica y el Caribe, reveló que la mayor limitación para el desarrollo de capacidades es la escasa disponibilidad de programas tanto curriculares como extracurriculares, especialmente cursos intensivos cortos enfocados en las dimensiones socioeconómicas y de gestión de la restauración.
Es por esto que se requiere de un enfoque estructural y estratégico para introducir programas educativos. De otra forma, prevalecerá una abundancia de cursos de una sola disciplina, ofrecidos solo cuando existan los medios financieros, lo que no contribuye a la transformación de los esfuerzos para la restauración del paisaje forestal.
Guariguata promueve la idea de cursos diseñados para instruir a los estudiantes sobre las interacciones existentes entre las intervenciones de restauración a la escala de parcela con las amplias dinámicas socioecológicas de los paisajes dominados por los humanos.
Los cursos también deberían abordar los impulsores socioeconómicos de la conservación, transformación y restauración exitosa del hábitat, al tiempo que incorporan la planificación colaborativa, implementación y el monitoreo para promover el aprendizaje social y el manejo adaptativo, destaca Guariguata.
“Fortalecer la capacidad profesional multidisciplinaria es esencial para la implementación eficaz, y la evaluación de resultados de enfoques de manejo integral del paisaje, incluyendo la restauración del paisaje forestal”, añade. “A pesar de que existen muchas herramientas de planificación, la falta de enfoques prácticos para implementar la restauración del paisaje forestal es notoria”.
Si bien ya existen programas de desarrollo de capacidades en los niveles regional, nacional e internacional en los trópicos, Guariguata hace un llamado urgente a la coordinación interinstitucional para alcanzar sinergias y establecer un nivel mínimo de coherencia temática para continuar con los programas de educación.
“Quienes se encargan de hacer las conexiones dentro de los equipos necesitan contar, como mínimo, con competencias profesionales esenciales, tales como habilidades de negociación, análisis de ventajas y desventajas (trade-offs), comunicación y pensamiento en múltiples escalas, es decir, con las habilidades de las personas que han sido capacitadas en el manejo de sistemas socioecológicos complejos”, detalló.
Otro componente clave es la necesidad de diseñar herramientas de monitoreo funcionales y eficaces. Actualmente, los indicadores para medir los avances a nivel global se enfocan principalmente en el cumplimiento, como las ganancias en la cobertura arbórea y forestal, en lugar de indicadores de desempeño, explica.
Aunque podría parecer ambicioso, se requiere de un programa modular para guiar a los usuarios a través de etapas progresivas de aprendizaje (desde conceptos fundamentales hasta temas especializados) en el contexto de la restauración forestal y del paisaje, tomando en cuenta qué capacidades se obtendrán, además de la adquisición de nuevos conocimientos, indica.
Su propuesta es utilizar los seis principios básicos sobre los que se construye el concepto de restauración forestal y del paisaje como la base fundamental para un programa de desarrollo de capacidades a nivel mundial que sea coherente y que prepare a los implementadores a redoblar los esfuerzos para lograr los desafíos globales de restauración.
Estos principios incluyen un énfasis en los paisajes, participación de las partes interesadas y apoyo a la gobernanza participativa, restauración de múltiples funciones para obtener múltiples beneficios, mantenimiento y fortalecimiento de los ecosistemas naturales, adaptación al contexto local y gestión adaptativa.
“Las recientes Directrices para la restauración de los paisajes forestales en los trópicos (ITTO 2020) están diseñadas de acuerdo con estos principios e incluyen un grupo de elementos guía y acciones propuestas”, destaca Guariguata. “Este fue un avance importante para las directrices, pero todavía se pueden refinar y obtener más de las perspectivas de la comunidad. Podemos lograr esto consultando a los diferentes actores de los diferentes grupos de interés en los diferentes contextos socioecológicos que tienen experiencia de primera mano trabajando con las comunidades en sus actividades diarias”, concluyó.
Para obtener más información sobre este trabajo, puede ponerse en contacto con Manuel Guariguata en M.guariguata@cgiar.org
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