Los conservacionistas han saludado con entusiasmo la restricción reciente impuesta sobre la caza y consumo de animales silvestres en China. El Gobierno chino tomó la decisión sobre la base de las teorías científicas que señalan que el virus COVID-19, causante de la actual pandemia global, fue transmitido desde pangolines o murciélagos hacia los humanos en un mercado de la ciudad de Wuhan.
Una respuesta similar a la captura y consumo de animales silvestres tuvo lugar durante el brote de ébola que se originó en una interacción animal-humano y asoló el oeste de África de 2014 a 2016. En ese momento, los conservacionistas sugirieron que la enfermedad era buena para la fauna porque, como resultado, las personas no comerían animales silvestres.
La transmisión de enfermedades entre animales y personas no es algo nuevo. Los animales han sido el vector de más del 60 por ciento de las enfermedades infecciosas, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU, que también establecen que tres de cada cuatro enfermedades infecciosas nuevas o emergentes son zoonóticas.
En la Edad Media, la plaga causada por la bacteria Yersinia pestis, alojada en mamíferos pequeños y sus pulgas, produjo una pandemia. Conocida como la “peste negra”, causó más de 50 millones de muertes en Europa durante el siglo XIV. El virus de la gripe española, que se cree se originó en los cerdos, llevó a la pandemia de 1918-1919 y causando la muerte de un estimado de 40 millones de personas en todo el mundo.
Con frecuencia, las enfermedades pasan de los animales a los humanos, pero se vuelven mucho más graves y tienen el potencial para crear pandemias cuando la transmisión ocurre de humano a humano.
¿Cómo sucede esto?
El foco de atención actual está en la fauna silvestre, pero recordemos que como en el caso de la gripe española, algunas de las enfermedades más mortíferas han sido transmitidas a los humanos no por la fauna silvestre, sino por los animales de crianza.
Por ejemplo, las aves de corral provocaron la gripe aviar y los roedores trajeron la peste y causaron el hantavirus.
En primer lugar, la transmisión ocurre cuando los humanos entran en contacto con la fauna silvestre en lugares donde antes estos no existían. En otras palabras, los humanos ‘van’ a los lugares que son reservorios de los virus.
La investigación sobre el ébola y cómo los animales silvestres, los humanos y los paisajes naturales interactúan, que fue realizada por un equipo multidisciplinario coordinado por el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), la Universidad de Málaga de España y la Manchester Metropolitan University de Gran Bretaña demuestra que, en gran medida, el problema está relacionado con la deforestación y la degradación de hábitats, lo que conlleva a fluctuaciones medioambientales que permiten el salto de las enfermedades desde los animales hacia los humanos.
El foco de atención actual está en la fauna silvestre, pero recordemos que como en el caso de la gripe española, algunas de las enfermedades más mortíferas han sido transmitidas a los humanos no por la fauna silvestre, sino por los animales de crianza”
En un estudio más reciente, el equipo demostró que cuando los murciélagos de los bosques africanos son perturbados por los humanos, se incrementa el contacto con las personas, lo que es probable que influya en la propagación del ébola y otras enfermedades transmitidas por los murciélagos.
En segundo lugar, la transmisión ocurre cuando los humanos llevan los reservorios a sus entornos preferidos. Por ejemplo, los mercados de animales vivos o incluso los lugares de comercio de mascotas (como en el caso de la psitacosis, también conocida como la fiebre del loro).
El comercio mundial de animales silvestres —tanto legal como ilegal— que mueve miles de millones de dólares, es también responsable de la propagación de patógenos y enfermedades infecciosas resultantes del transporte de animales ilegal o legal, o de su venta como animales vivos en mercados, en condiciones terribles. Estos dos mecanismos de transmisión de enfermedades de los animales hacia los humanos son bastante universales, incluso en el caso de la actual pandemia de coronavirus.
Sin embargo, la solución al problema debe ser más variada que solo una prohibición mundial absoluta.
Si el ejemplo de China sobre la prohibición de caza de animales silvestres es adoptado por otros países, esto podría significar que millones de personas –frecuentemente las comunidades rurales e indígenas más pobres– se queden sin acceso (por medio de la caza o recolección de animales silvestres) a la única fuente de proteína animal disponible para ellas.
Si el ejemplo de China sobre la prohibición de caza de animales silvestres es adoptado por otros países, esto podría significar que millones de personas se queden sin acceso a la única fuente de proteína animal disponible para ellas”
Donde no existe otra proteína disponible, el consumo de carne silvestre es una necesidad, pero debería ser prohibido en aquellos lugares donde hay otras opciones y cuando se hace por lucro. Muchos consumidores urbanos consideran la carne silvestre como un artículo de lujo, mientras que otros la compran porque migraron desde zonas rurales y quieren seguir consumiendo lo que tradicionalmente comían.
En palabras muy simples: las naciones deberían prohibir la venta de animales vivos, cerrar los mercados que vendan animales vivos, detener el tráfico de fauna silvestre y frenar el comercio de animales de los bosques a las ciudades.
Al hacerlo, contribuiremos a conservar la fauna silvestre en sus hábitats y permitiremos que las comunidades utilicen este recurso. La investigación demuestra que los habitantes de las ciudades no dependen de la carne de animales silvestres como fuente única de proteína animal, ya que existen otras opciones económicas de carne disponibles.
La interrelación entre el consumo de carne silvestre, seguridad alimentaria y reducción de la pobreza debe analizarse simultáneamente al tomar decisiones para que estas no se basen en un discurso colonial anticuado de conservación que solo privilegie la vida silvestre sobre las personas.
Las comunidades rurales e indígenas que extraen carne silvestre de forma sostenible (como fuente de proteína en su dieta) ya enfrentan una competencia creciente como producto de la deforestación, la pérdida de biodiversidad y el comercio legal e ilegal. No deberíamos contribuir a estas grandes amenazas de malnutrición o hambruna.
Muchos bosques tropicales enfrentan el síndrome del “bosque vacío”, es decir son bosques en buenas condiciones, pero escasos en animales grandes debido a la caza excesiva, la enfermedad, el impacto del cambio climático, la deforestación y la degradación forestal.
Para abordar la explotación no sustentable, en medio de la preocupación creciente sobre la transmisión de enfermedades de animales a humanos, se necesita desarrollar e implementar políticas sólidas y adaptadas a las realidades locales.
Cuando los murciélagos de los bosques africanos son perturbados por los humanos, se incrementa el contacto con las personas, lo que es probable que influya en la propagación del ébola y otras enfermedades transmitidas por los murciélagos"
CIFOR y los socios del Sustainable Wildlife Management Programme (Programa de Manejo Sostenible de la Vida Silvestre) —que incluye a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, el Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD) y la Wildlife Conservation Society— con el apoyo de la Comisión Europea, contribuyen a esta iniciativa por medio de investigación y acciones, consultas públicas, trabajo con las comunidades para aprender cómo proteger mejor los medios de vida y las tradiciones de subsistencia de los habitantes rurales y de los bosques, así como los paisajes de los que dependen.
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