Alimentar y nutrir a la población humana sin perjudicar el medio ambiente y los bosques será una tarea imposible, a menos que las estrategias de gestión de la tierra sean revisadas para reducir la brecha entre la forestería y la agricultura, asegura un grupo de científicos en un nuevo libro.
A nivel mundial, el 80 % de la pérdida de bosques es causada por la expansión agrícola, de la cual, más de la cuarta parte corresponde a los productos básicos, principalmente aquellos vinculados con la ganadería como son la soya y la palma aceitera.
Para satisfacer la constante y creciente demanda de tierras agrícolas, las empresas están usando países con extensas áreas boscosas, menores costos de producción y regulaciones ambientales más débiles, causando el avance de la desaparición de los bosques.
“En lugar de desaparecer bosques para dar paso a la agricultura, los bosques deberían integrarse mejor en esta actividad”, dice Terry Sunderland, científico principal asociado del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) y profesor de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de la Columbia Británica de Canadá (UBC).
REPENSAR EL SISTEMA ALIMENTARIO
“Todo nuestro sistema de producción de alimentos necesita ser repensado y, además, se necesita duplicar la inversión en técnicas agrícolas sostenibles a pequeña escala”, dijo Sunderland.
Según el investigador, un estimado de entre el 30 % y el 80 % de los alimentos del mundo, son producidos por la pequeña agricultura.
“Las técnicas integradas de gestión del paisaje, como los sistemas agroforestales, son vitales para proteger la biodiversidad forestal, esenciales para la nutrición y para el cultivo de una diversidad de alimentos. Dichos sistemas son, inherentemente, más resistentes a las crisis económicas y ambientales”, agregó.
Precisamente el capítulo titulado “ODS 2: Hambre Cero. Desafiando la hegemonía de la agricultura de monocultivos por los bosques y las personas”, del libro titulado “Objetivos de desarrollo sostenible: sus impactos en los bosques y las personas”, aborda este tema.
El libro se centra en cómo los bosques y las comunidades que dependen de ellos se verán afectados cuando los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, cuya meta es al 2030, sean alcanzados. Los autores del capítulo sobre el Objetivo 2 sostienen que el sistema alimentario actual ignora la importante contribución cultural y nutricional de los bosques y otros sistemas basados en árboles, como la agroforestería, a las dietas humanas.
La humanidad se mantuvo a sí misma cazando y recolectando en pastizales, bosques y otros hábitats naturales durante la mayor parte de su existencia en el planeta. Es, solo hace unos 10 000 años, que se domesticaron los pastos, granos y algunos animales, comenzando así a surgir granjas de producción más sedentarias y simplificadas.
El sistema alimentario actual, se caracteriza por el contrario por dietas generalmente altas en azúcar, grasas, carbohidratos refinados, carne y lácteos; pese a que comer verduras, granos integrales, legumbres, nueces, aceites no saturados y pequeñas cantidades de mariscos y aves es mejor para la salud humana.
Si bien algunas comunidades tradicionales e indígenas mantienen una dieta con variedad de especies, la tendencia general en todo el mundo ha sido la simplificación. Solo 12 cultivos y 14 especies animales proporcionan hoy en día la mayor proporción de alimentos del mundo, según el documento.
La lógica subyacente en el enfoque actual de la agricultura es una desconexión de la naturaleza, aunque, irónicamente, la agricultura depende de ella"
HAMBRE OCULTA
Nuestro sistema alimentario global contemporáneo es la manifestación de esa simplificación, explica Sunderland. Más de 800 000 personas en todo el mundo no obtienen suficientes alimentos para comer, mientras que alrededor de 2 mil millones de personas padecen lo que se denomina “hambre oculta”, que se caracteriza por una anemia por deficiencia de hierro, deficiencia de vitamina A y zinc, y unos 1.9 mil millones de personas tienen sobrepeso. Todas estas, son formas de desnutrición, indica Sunderland.
“La lógica subyacente en el enfoque actual de la agricultura es una desconexión de la naturaleza, aunque, irónicamente, la agricultura depende de ella, de la prestación de servicios ecosistémicos como la polinización, el ciclo de nutrientes, la protección de cuencas hidrográficas, entre otros”, enfatiza.
“Esta realidad parece haberse dejado de lado en nuestro sistema económico actual. Alcanzar el ODS 2 y la seguridad alimentaria requerirá volver a incluir el factor naturaleza en la agricultura”, dice.
Sunderland y los demás coautores indican en el libro que actualmente más del 40 % de la superficie terrestre mundial está bajo cultivo, con la mayor parte de esta porción a expensas de los bosques.
Los bosques se consideran o un espacio para la expansión agrícola o como un recurso amenazado que debe protegerse, pero debemos entender que ambos usos deben vincularse"
INTEGRAR AGRICULTURA Y BOSQUES
“Los bosques se consideran o un espacio para la expansión agrícola o como un recurso amenazado que debe protegerse, pero debemos entender que ambos usos deben vincularse”, dice.
Combinar árboles y cultivos puede ofrecer beneficios sustanciales, indica la publicación. Los cultivos tolerantes a la sombra producen rendimientos más altos, y un estudio ha demostrado, por ejemplo, que el cacao cultivado bajo los árboles puede producir rendimientos por periodos de 60 a 100 años en comparación con otros métodos que rinden 20 años o menos.
Mientras los bosques son destruidos por un número pequeño de cultivos y ganado la disponibilidad de nutrientes se reduce y sistema alimentario se vuelve vulnerable al cambio climático.
“Necesitamos ver un cambio dramático en las políticas gubernamentales”, advierte Sunderland.
Los bosques son vitales para la alimentación de muchos pueblos indígenas y comunidades rurales pues proporcionan alimentos diversos y nutritivos, servicios ecosistémicos y energía. En ese sentido, los derechos a la tierra también son claves para la preservación de la biodiversidad forestal, pero en gran parte del mundo, los habitantes rurales y forestales carecen de derechos formales a la tierra o los bosques.
“El ejercicio del derecho fundamental a la alimentación se está manifestando de diversas maneras en todo el mundo, a menudo con reclamos conflictivos sobre los recursos forestales”, dijo Sunderland.
Por supuesto, aclara, los bosques y los árboles dentro de los sistemas agroforestales no lograrán la seguridad alimentaria global por sí solos, sino como parte de una estrategia integrada que combine tanto la forestería como una agricultura sostenible.
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