Si le decimos que un bosque tropical de dos metros de turba almacena 10 veces más carbono que el mismo bosque sobre suelo mineral, y que, a pesar de esta capacidad frente a la crisis climática, su potencial aún no es reconocido ¿qué pensaría? Este sigue siendo el caso de las turberas, es decir de los humedales con un suelo orgánico llamado turba, del Perú.
“Las turberas son los ecosistemas que en su entorno almacenan mayor cantidad de carbono y deberían ser considerados prioritarios en los programas de conservación para la mitigación del cambio climático del Perú”, destacó Kristell Hergoualc’h, investigadora del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), durante su presentación en el “Simposio Nacional sobre la Gestión Sostenible de las Turberas Peruanas: contexto científico y marco institucional”, realizado en Lima, Perú.
El evento, organizado por el Programa de Adaptación y Mitigación para la Sostenibilidad de los Humedales (SWAMP), con la colaboración del Instituto de Investigación de la Amazonía Peruana (IIAP) y SilvaCarbon, reunió a más de 80 asistentes entre representantes de instituciones académicas, de investigación y entidades gubernamentales, así como otros actores que trabajan y estudian los humedales y las turberas peruanas, a fin de establecer una plataforma de diálogo sobre los vacíos, necesidades y acciones para la gestión sostenible de estos ecosistemas.
Hergoualc’h, quien viene estudiando las turberas peruanas como parte del SWAMP que desarrolla CIFOR y el Servicio Forestal de los Estados Unidos (USFS), reiteró su importancia: “no solo son grandes aliadas frente al cambio climático, también representan una fuente de biodiversidad única, y son de gran relevancia para la seguridad hídrica”.
Sin embargo, hay aún un largo camino para que las turberas en Perú sean reconocidas, protegidas y reguladas con el fin de asegurar su permanencia y gestión sostenible, y en esto coincidieron los diversos panelistas del encuentro.
AVANCES Y DESAFÍOS PARA LAS POLÍTICAS
Hergoualc’h indicó que aunque Perú es el cuarto país con mayor volumen de turberas tropicales, el marco normativo nacional para su protección es aún deficiente.
“Dentro de la Estrategia Nacional de Humedales, el término turbera es utilizado únicamente para referirse a los bofedales que son humedales andinos que pueden o no contener turba, y aún no se encuentra bien definido”.
Por su lado, José Álvarez Alonso, Director General de Diversidad Biológica del Ministerio del Ambiente del Perú (MINAM), subrayó que el término turbera es bastante nuevo en el país. “En la Ley General del Ambiente se reconoce la importancia de los humedales, pero no se hace mención a las turberas”, dijo. Álvarez agregó que aún no existen normativas que indiquen expresamente que una turbera no puede ser destruida. “Si bien hay normas que las protegen, estas son aún difusas”, señaló.
Erick García, especialista de la Dirección de Conservación y Planeamiento de Recursos Hídricos de la Autoridad Nacional del Agua (ANA), destacó a su turno la importancia de considerar a las turberas dentro de la nueva clasificación nacional de humedales, que actualmente está elaborando el Comité Nacional de Humedales. Indicó, que el tema de las turberas es multisectorial y en ese sentido aún no está claro qué entidad sería la responsable de estas.
Las turberas son los ecosistemas que en su entorno almacenan mayor cantidad de carbono y deberían ser considerados prioritarios en los programas de conservación para la mitigación del cambio climático del Perú”.
PELIGROS Y OPORTUNIDADES
El aguajal, un humedal boscoso dominado por palmeras de aguaje, es el ecosistema de turbera con mayor potencial en el Perú, según explicó Jhon del Águila del IIAP. No obstante, debido a la alta demanda del fruto y años de prácticas de aprovechamiento no sostenible los aguajales muestran graves signos de degradación, con consecuencias negativas para el clima, la biodiversidad y también los medios de vida locales. La construcción de obras de infraestructura como carreteras y los impactos negativos de la explotación de petróleo como los derrames también están mellando los aguajales, según del Águila.
Sin embargo, aunque los desafíos son grandes, las oportunidades también.
“Estos frutales son el “nuevo petróleo” de la Amazonía y ya se están trabajando distintos planes para su correcta explotación”, indicó Tony Mori, gerente de la Autoridad Regional Ambiental de Loreto. Mori informó que se está reactivando el “Proyecto Aguaje” en la zona de Pastaza, Loreto, que tendrá una planta de procesamiento de productos derivados de este fruto con miras a mercados extranjeros.
En el caso de las turberas en los Andes, se observa principalmente alteraciones a causa del uso ganadero, por la introducción de animales foráneos y exceso de capacidad de carga, según mencionó Mónica Maldonado del Centro de Ornitología y Biodiversidad (CORBIDI). La investigadora explicó que existen problemas de extracción de turba para combustible y para uso como tierra orgánica que abastece principalmente a los viveros. Un dato importante a considerar, según los investigadores, es que cualquier obra que altere la hidrología del lugar como carreteras, represas y actividad minera va a causar degradación.
“Los humedales y turberas son claves para la seguridad hídrica de una ciudad como Lima”, afirmó Oscar Angulo de la Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento (SUNASS). En consecuencia, advirtió que la gestión no sostenible de estos ecosistemas está originando problemas en el saneamiento, produciendo por ejemplo una tarifa elevada que va aumentando progresivamente desde la década de los 90 y cuya tendencia continuará si es que no se actúa.
Según Angulo, una evaluación de alternativas de purificación y provisión de agua potable realizada en el año 2015, demostró que invertir en la recuperación de bofedales resulta ser una de las opciones más baratas y costo-efectivas para el saneamiento.
Esto coincidió con lo presentado por Jerónimo Chiarella, quien trabaja en el programa de MEcanismos de REtribución por Servicios Ecosistémicos (MERESE-FIDA). Los MERESE son instrumentos financieros que ayudan a la conservación y el uso sostenible de los ecosistemas y en particular de los humedales.
Según Chiarella, los principales avances del proyecto se hicieron precisamente en el servicio ecosistémico de regulación hídrica.