, Wednesday, 18 Dec 2024

Nota del editor: Rocio Vasquez es investigadora asociada en gobernanza e involucramiento basados en evidencia de CIFOR-ICRAF Peru; Henrique Marques es gerente de investigación en desarrollo de CIFOR-ICRAF Brasil.

La restauración se ha convertido en un pilar esencial de las políticas medioambientales mundiales, en respuesta al incremento e intensificación de la degradación ambiental, la grave pérdida de biodiversidad y la crisis climática.  Movimientos como la Iniciativa 20×20 y el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas, se alinean con la Meta 2 del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming Montreal (KM-GBF, por sus siglas en inglés), que busca restaurar al menos el 30 % de las áreas terrestres, aguas continentales y ecosistemas marinos y costeros degradados para 2030, con el objetivo de fortalecer la biodiversidad, sostener las economías locales y aumentar la resiliencia de los territorios frente al clima cambiante.

La Iniciativa 20×20, por ejemplo, propone restaurar 50 millones de hectáreas en América Latina para 2030, en línea con los objetivos del Decenio de la Restauración y promoviendo una bioeconomía regenerativa para el desarrollo inclusivo. Recientemente, en el marco de la COP 16 de Biodiversidad celebrada en Cali, Colombia, varios países dieron muestra de los avances en sus compromisos con la presentación de sus Estrategias Nacionales de Biodiversidad y Planes de Acción (NBSAP), y sus metas nacionales. Sin embargo, con respecto a la Meta 2, hasta el momento, solo cinco (Ecuador, Venezuela, Perú, Surinam y Bolivia), de los 8 países que conforman la cuenca amazónica, han presentado metas nacionales relacionadas con este objetivo del KM-GBF.

Mientras se espera que los compromisos avancen, las presiones en la región amazónica no se detienen: deforestación, incendios, sequías sin precedentes agravan las crisis para los ecosistemas, la biodiversidad y las personas. Durante la COP 16 de Cali, donde participamos, diversas voces enfatizaron que el éxito de los objetivos del KM-GBF dependen en gran parte de la capacidad de los países para implementar acciones prácticas, acompañadas de un seguimiento riguroso y efectivo. Dados los desafíos y oportunidades comunes en Amazonía, es esencial que los países de la región cooperen para intercambiar experiencias y generar alianzas que fortalezcan sus capacidades para abordar los retos y avanzar hacia la restauración efectiva.

Sin embargo, pasar de las palabras a la acción no es tarea simple. Si bien los compromisos y objetivos ambiciosos que anuncian los países son prioritarios, la implementación efectiva a menudo se enfrenta a barreras estructurales, como una débil gobernanza para asegurar la cooperación entre las múltiples partes interesadas; la ausencia de sistemas de monitoreo que permitan monitorear y evidenciar los esfuerzos y falta de financiamiento efectivo y contextualizado para acciones sostenidas en el terreno.

“El infierno está lleno de buenas intenciones”, dice un viejo proverbio. En el caso de la restauración en América Latina, las declaraciones de los Gobiernos y las empresas, si bien son alentadoras, no siempre se traducen en resultados tangibles y duraderos. Esta incongruencia entre el discurso y la práctica subraya la necesidad de reformular el enfoque de la restauración, entendiendo que para lograr objetivos cuantitativos se necesita invertir en estrategias que involucren genuinamente a las comunidades locales, fortalezcan la gobernanza entre los diferentes actores y sectores involucrados y promuevan un apoyo técnico y financiero adecuado.

Más allá de hectáreas comprometidas

Alcanzar una restauración efectiva para la biodiversidad, los ecosistemas y las personas requiere el enfoque “todo el gobierno y toda la sociedad”, que busca garantizar la implementación efectiva e inclusiva, reconociendo las importantes contribuciones de todas las partes interesadas y los titulares de derechos en toda la sociedad, como parte de los compromisos para la biodiversidad. Este abordaje implica resolver los desafíos de gobernanza y mejorar la coordinación entre sectores y actores, mediante procesos de gobernanza que garanticen la coherencia de las políticas y una acción colaborativa sólida, permitiendo proponer caminos innovadores para los objetivos de restauración nacionales, regionales y globales.

En el reciente Diálogo Nacional de Perú sobre la meta 2 del GBF, facilitado por CIFOR-ICRAF, se resaltó la necesidad de crear un “Grupo de Trabajo Multiactor sobre Restauración”, como una plataforma permanente de colaboración que involucre a una amplia gama de sectores y actores en los esfuerzos de restauración nacionales desde varios sectores, y que facilite oportunidades para el intercambio de conocimientos, junto a una planificación más coherente e integral de la agenda de restauración.

La restauración de los ecosistemas debe ir más allá de la plantación de árboles o la sola restauración de la cubierta vegetal. La gobernanza inclusiva y el rescate de las prácticas culturales son indispensables para garantizar que las necesidades reales de los ecosistemas y las comunidades sean atendidas. La participación efectiva de los Pueblos Indígenas y las comunidades locales, sumada al uso combinado de los conocimientos tradicionales y científicos, sostienen y enriquecen los procesos de restauración. Métodos como el uso de plantas indicadoras para el monitoreo ambiental y la selección de especies adaptadas al contexto local son claves para una restauración sostenible y culturalmente sensible. La incorporación de la sabiduría ancestral en la gestión ecológica permite a las comunidades actuar como guardianas de sus territorios, promoviendo la preservación continua de sus ecosistemas. Además, garantizar que estas comunidades tengan derechos sobre sus tierras y recursos es crucial para una restauración duradera que se alinee con sus intereses.

Sinéia do Vale, líder del pueblo Wapichana nos dijo durante el evento “Hacia 2030: Estrategias nacionales y aplicación de las NBSAPs” celebrado en el marco de la COP16 de Cali: “¿Cuántas pérdidas de plantas medicinales, que son utilizadas por los Pueblos Indígenas y ya no las encontramos? ¿Cuántas pérdidas hemos tenido de plantas que utilizamos para alimentarnos? Tenemos un vínculo directo con toda esta biodiversidad. Eso es porque hemos hecho un trabajo de seguimiento con calendarios culturales. En los últimos años, con toda la recurrencia del cambio climático, hemos visto que las altas temperaturas han impactado directamente a las plantas y animales”. Sinéia es coordinadora del departamento de medioambiente del Consejo Indígena de Roraima (CIR) y recientemente asumió la copresidencia de América Latina y el Caribe del Foro Internacional de Pueblos Indígenas sobre Cambio Climático (IIPFCC). Durante el evento en Cali, destacó la experiencia sobre las estrategias autónomas de los Pueblos Indígenas para enfrentar el cambio climático, combinando el conocimiento ancestral y la ciencia no indígena, contribuyendo sustancialmente al Plan Nacional de Adaptación de Brasil.

Sinéia do Vale, en evento de CIFOR-ICRAF en la COP16 de Cali, Colombia.

Otro reto importante es la viabilidad económica de las iniciativas de restauración. La promoción de la bioeconomía, con el desarrollo de redes de recolección de semillas, viveros de plántulas y servicios de restauración en colaboración con las comunidades, surge como un camino viable. Sin embargo, este modelo requiere un fuerte apoyo financiero, a través de inversiones de impacto y regulaciones que fomenten las prácticas regenerativas. La implementación de políticas públicas que hagan atractivas y accesibles estas iniciativas es fundamental para que la bioeconomía regenerativa sea una alternativa real y sostenible a la explotación destructiva de los recursos.

El desarrollo de capacidades y los esfuerzos de monitoreo integrado también son esenciales para apoyar resultados de restauración sostenibles a largo plazo, permitiendo evaluar la efectividad cuantitativa y cualitativa de la restauración, con indicadores que van más allá de los aspectos ecológicos, incorporando también el impacto socioeconómico en las comunidades locales.

La Meta 2 de la restauración de los ecosistemas se conecta profundamente y de manera reciproca con otros objetivos del KM-GBF, como el uso sostenible de las especies nativas (Meta 5), el control de las especies invasoras (Meta 6), la reducción de los impactos del cambio climático (Meta 8), la promoción de prácticas agrícolas y forestales sostenibles (Meta 10), entre otros. Al mismo tiempo esta meta también es apoyada por otras como la Meta 22, que se centra en la igualdad de género y la inclusión de los Pueblos Indígenas y las comunidades locales, y subraya aún más la necesidad de una gobernanza participativa y la inclusión de una diversidad de actores en la toma de decisiones.

La restauración de los ecosistemas trasciende una preocupación ambiental. También es una responsabilidad social y económica. Para que los objetivos del KM-GFB, la Iniciativa 20×20 y el Desafío de Bonn se implementen de manera efectiva, los países deben fortalecer sus políticas internas (nacionales y subnacionales), fomentar la coordinación y participación inclusiva de los diferentes actores y sectores, y fortalecer sus capacidades técnicas y para movilizar recursos financieros. Solo si se involucra activamente y se apoya sustancialmente a las poblaciones locales y se cuenta con la investigación y la innovación para acelerar la acción, será posible garantizar un futuro resiliente para los ecosistemas de nuestra Amazonía y todos los que depende de ellos.

Para obtener más información sobre este tema, puede ponerse en contacto con Rocío Vasquez en r.vasquez@cifor-icraf.org y con Henrique Marques en h.marques@cifor-icraf.org.

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