, Friday, 28 Jun 2024

En las profundidades de los pantanos de palmeras de la selva amazónica inundada de Perú, gruesas capas de turba almacenan grandes cantidades de carbono. Los científicos saben que la tala de los árboles y la exposición del suelo de turba liberan gases de efecto invernadero. Pero ahora, un nuevo estudio realizado por un equipo de científicos de CIFOR-ICRAF, la Universidad de Temple, la Universidad St Andrews y la Universidad de Arizona,  demuestra que en las últimas décadas la degradación de los pantanos de palmeras por la tala de algunos árboles, pero sin despejar todo el pantano ha causado más emisiones de gases de efecto invernadero que su deforestación.  

Los resultados ponen de manifiesto la importancia de incluir datos de la degradación de las turberas, y no solo la deforestación, en los cálculos de las emisiones de gases de efecto invernadero de Perú, así como la necesidad de políticas públicas que ayuden al país a mantener intactas sus grandes extensiones de pantanos de palmeras dominados por la especie Mauritia flexuosa. 

“Muchos países no disponen de datos sobre la degradación de los bosques”, explica Kristell Hergoualc’h, científica sénior especializada en funciones ecosistémicas del Equipo de Cambio Climático, Energía y Desarrollo con bajas emisiones de carbono de CIFOR-ICRAF. “En Perú, se carece de esa información para las turberas amazónicas”. 

El país elaboró recientemente una contribución determinada a nivel nacional (NDC por sus siglas en inglés), su compromiso de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para la deforestación en turberas. Pero el estudio que cartografió la deforestación y la degradación forestal en las turberas descubrió que, si bien tanto la deforestación como la degradación aumentaron entre 1990 y 2018, el mayor impacto en las emisiones provino de la degradación. 

Más emisiones por degradación 

Los investigadores utilizaron datos de satélite para cartografiar la deforestación y la degradación en los pantanos de palmeras de más de 28 millones de hectáreas de las regiones peruanas de Ucayali y Loreto entre 1990 y 2007 y entre 2007 y 2018. El estudio, que utilizó la disminución de la densidad de la cubierta arbórea para determinar la degradación, es el primero en cartografiar la degradación en esas regiones. 

Utilizando mediciones de estudios de campo anteriores en diferentes tipos de pantanos, calcularon la cantidad de carbono almacenado en la turba y las emisiones resultantes de la deforestación y la degradación.  

Alrededor de 5,1 millones de hectáreas de la zona estudiada eran turberas, que almacenaban unos 3,88 petagramos (4300 millones de toneladas) de carbono. El estudio constató que alrededor de medio millón de hectáreas de esa superficie se habían deforestado o degradado entre 1990 y 2018. Aunque la deforestación fue lo que más aumentó, más del doble, de 1900 hectáreas anuales entre 1990-2007 a 4200 hectáreas anuales entre 2007-2018, fue la degradación lo que representó la mayor parte del cambio: alrededor del 85 % del cambio en la cubierta arbórea. 

Como resultado, las emisiones de carbono procedentes de la degradación fueron más del doble que las procedentes de la deforestación. Entre 1990 y 2018, las emisiones procedentes de la deforestación ascendieron a unos 12,9 teragramos (14 millones de toneladas), frente a los 26,3 teragramos (29 millones de toneladas) de emisiones procedentes de la degradación durante el mismo periodo. Mientras que las emisiones derivadas de la deforestación son el resultado de una combinación de la tala de árboles y la pérdida de carbono de la turba, prácticamente todas las emisiones derivadas de la degradación proceden de la turba, explicó Hergoualc’h. 

Los resultados destacan la importancia de incluir la degradación de las turberas en la contabilidad del carbono de Perú, según los investigadores. Sin embargo, la NDC de Perú su compromiso de reducción de emisiones en el marco del Acuerdo de París sobre el cambio climático no tiene en cuenta actualmente la degradación de las turberas. 

La recolección sostenible es clave 

Un factor clave en la degradación de los pantanos de palmeras es la técnica utilizada para cosechar el fruto de la palmera Mauritia flexuosa, conocida como aguaje en Perú. Los frutos del aguaje son vendidos por vendedores ambulantes y en mercados de ciudades como Iquitos y Yurimaguas, y la pulpa se utiliza para hacer refrescos, helados y golosinas de fruta congelada. A medida que las zonas urbanas se han ido expandiendo en las últimas décadas, también lo ha hecho la demanda de esta fruta. 

Tradicionalmente, el aguaje se ha recolectado talando todo el árbol para cortar los grandes racimos de fruta. Según los investigadores, esto provoca la degradación del pantano de palmeras, ya que los árboles se talan y no se reemplazan. Como solo se talan las hembras que dan fruto, el método tradicional de recolección acaba reduciendo la reproducción. 

Los investigadores descubrieron una mayor degradación a lo largo del río Marañón, cerca de Iquitos, la mayor ciudad amazónica de Perú, así como cerca de Yurimaguas, también un gran mercado para la fruta. 

Algunos programas gubernamentales y ONG animan a los habitantes de las zonas rurales a trepar las palmeras y cortar los enormes racimos de aguaje, en lugar de talar las palmeras para recoger el fruto. En los alrededores de una comunidad de la Reserva Nacional Pacaya Samiria, una zona protegida, el bosque mostró una recuperación después de que la comunidad empezara a utilizar métodos de recolección sostenibles. 

“Algunas comunidades se dedican a trepar por las palmeras de aguaje, en lugar de talarlas”, explica Matthew Marcus, coautor del estudio. “La salud del pantano de palmeras en esas zonas es notablemente mejor”. 

Las políticas que incentivan la recolección sostenible del aguaje pueden ayudar a reducir la degradación, afirmó Hergoualc’h. Sin embargo, el control de la cosecha y la trazabilidad de la fruta para garantizar que se ha recolectado de forma sostenible siguen siendo un reto. 

Los responsables políticos locales y regionales también necesitan más información sobre los pantanos de palmeras y su importancia para alcanzar los objetivos climáticos del país, añadió.  

Aunque el nuevo estudio revela el alcance de las emisiones de carbono derivadas de la degradación de los pantanos de palmeras, los investigadores afirman que se necesita más trabajo de campo para confirmar la correlación entre la densidad de las copas de los árboles y la degradación de las turberas. Marcus también está estudiando a un grupo de comunidades para entender cómo cosechan y por qué utilizan técnicas sostenibles u optan por talar árboles. 

“Para sacar conclusiones sobre las turberas, hay que ir al terreno”, subraya Hergoualc’h. “Hemos hecho varios estudios de campo sobre el almacenamiento y las emisiones de carbono en zonas de baja, media y alta densidad arbórea, pero tenemos que continuar esos estudios y hacerlos de forma coherente en toda la Amazonía”.  

Para obtener más información, puede ponerse en contacto con Kristell Hergoualc’h en k.hergoualch@cgiar.org  

La investigación de CIFOR-ICRAF sobre las turberas palustres de Perú se ha realizado en colaboración con el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) a través del Estudio Global Comparativo sobre REDD+ (GCS), financiado por NORAD y el Programa de Adaptación y Mitigación para la Sostenibilidad de los Humedales (SWAMP), un esfuerzo financiado por USAID, el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) y el  Servicio Forestal de los Estados Unidos.

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