Aunque el consumo de carne silvestre puede suponer un riesgo para el medioambiente y la seguridad humana, también es un recurso vital para muchas poblaciones indígenas y comunidades locales, y puede seguir siéndolo si se gestiona bien.
Esta fue una de las principales conclusiones de las presentaciones de investigadores y profesionales en el simposio “Hacia un uso sostenible, equitativo y seguro de la carne de animales silvestres en países tropicales y subtropicales: oportunidades, lecciones aprendidas, obstáculos y riesgos”, organizado por la Universidad de Lisboa en el marco de la Conferencia Europea de Ecología Tropical. La sesión reunió a científicos de África y Sudamérica para debatir las implicaciones medioambientales, legales, culturales y de seguridad del uso y consumo de carne silvestre.
Según un informe de 2023 de la IPBES, la utilización directa de especies silvestres, incluyendo el consumo de su carne, constituye una grave amenaza para la vida silvestre. Aunque muchas comunidades llevan mucho tiempo recolectando carne de animales silvestres, la creciente demanda, junto al crecimiento demográfico y la invasión de la naturaleza por parte del hombre, hacen que el ritmo actual de caza sea insostenible para muchas especies.
Según Jonas Nyumu, investigador consultor sobre fauna silvestre del Centro para la Investigación Forestal Internacional y Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF), estos efectos son evidentes en la cuenca del Congo. Nyumu ha investigado formas de proporcionar medios de vida alternativos a la caza en las comunidades cercanas a Yangambi, en la República Democrática del Congo (RDC).
“Trabajamos con cazadores y vendedores de carne de animales silvestres para ofrecerles medios de vida alternativos que reduzcan la presión de la caza”, explica Nyumu. “Cuando un cazador lo hace de forma diaria, aumenta la presión sobre los mamíferos, así que tenemos que reducir la frecuencia con la que [los cazadores] tienen que entrar en el bosque para cazar”.
Aunque la situación es diferente en Gabón, ya se aprecian cambios en la fauna, según Lilian Mangama, investigadora del Instituto de Investigación de Ecología Tropical (IRET) que estudia cómo afecta la caza de subsistencia a la fauna local. Sus investigaciones han demostrado que, si bien esa caza ha tenido poco efecto en las zonas rurales, ha afectado más a la fauna silvestre de los alrededores de las zonas urbanas.
Muchos países disponen de marcos jurídicos para restringir la caza excesiva de animales silvestres. En algunos casos, esto ha traído controversias debido a la imposición de zonas de conservación que han desplazado a algunos grupos indígenas de sus tierras. Por otro lado, la aplicación de la ley ha sido crucial para limitar el comercio de especies silvestres y la amenaza que supone para ellas, como cuando se redujeron las muertes por caza furtiva de elefantes tras endurecerse las leyes en Zimbabue.
Algunos países, como Zambia, mantienen un sistema legal de carne de animales silvestres para honrar el uso cultural y crear una alternativa al comercio ilegal de carne de animales silvestres. Chanda Mwale, director ejecutivo de la Asociación de Productores de Fauna Silvestre de Zambia, explicó los lineamientos legales de esta industria, y además señaló que la demanda de carne de caza legal supera con creces la oferta en Zambia.
“Para tener más carne de caza legal, necesitamos conservar el hábitat que utilizarán los animales”, dijo. “Hay una relación directa entre paisajes mejor gestionados y poblaciones más sanas de fauna silvestre, y también nos hacen más resilientes a escenarios como el cambio climático”.
En otros lugares como Guyana, la normativa sobre la captura de carne silvestre es reciente.
Franciany Braga-Pereira, investigadora doctoral de la Universidad Federal de Juiz de Fora, que ha estudiado el comercio de carne silvestre en el país, demostró que esta situación se facilita en lugares que tienen buen acceso a medios de transporte motorizados, como vehículos o embarcaciones con motor fueraborda, que permiten acceder a los cotos de caza, así como buenos métodos de conservación, como congeladores.
Oswin David, coordinador nacional del Programa de Gestión Sostenible de la Vida Silvestre en Guyana, explicó que tanto la normativa nacional como el derecho consuetudinario basado en los conocimientos tradicionales rigen el uso de la fauna salvaje en el país.
Según Juanita Gómez, consultora de CIFOR-ICRAF, estos conocimientos tradicionales, basados en la relación entre los pueblos indígenas y el uso de la fauna silvestre, contribuyen a fomentar su cuidado. Destacó que la capacidad de acción y el cuidado en las comunidades son clave para la custodia de la fauna, como se observa en las comunidades wapichan de Guyana.
Estos grupos “tienen fuertes creencias sobre los espíritus de los animales, los paisajes espirituales y los lugares sagrados”, dijo Gómez. “Así que estas prácticas tradicionales y culturales están influyendo completamente en la forma en que la gente interactúa con los recursos de la fauna silvestre en Guyana, desarrollando un sentido de cuidado hacia el territorio relacionado con los recursos de la fauna salvaje”.
Un ejemplo de cómo las comunidades participan activamente en la conservación y el uso sostenible lo ilustra la conservación de las tortugas de manchas amarillas y las iniciativas de uso sostenible del pueblo Rupununi de Guyana, donde las comunidades vigilan los nidos de tortuga y reubican los huevos que de otro modo se inundarían.
Por su parte, Sagesse Nziavake, investigadora de CIFOR-ICRAF, ahondó en la relación de los conocimientos tradicionales y las normas de caza, a través de su investigación sobre cómo se transmite esta información entre generaciones en la región de Yangambi, en la RDC.
La carne silvestre puede ser una importante fuente de nutrientes. Julia Fa, investigadora asociada de CIFOR-ICRAF y profesora de la Universidad Metropolitana de Manchester, estudió la dieta del pueblo baka de Camerún, que fuera nómada y se volvió sedentario, y observó que su nueva alimentación había sustituido la carne silvestre por alimentos procesados.
“Lo que descubrimos es que, al producirse este cambio de alimentos silvestres –sobre todo carne silvestre– a alimentos cultivados, la gente no consume tantas proteínas como debería”, explica Fa. “Una proporción muy grande de hogares está muy por debajo de la cantidad recomendada de proteínas”.
Para muchos, sin embargo, la carne silvestre se asocia a enfermedades zoonóticas, sobre todo desde la pandemia de COVID-19. En respuesta a esto, varios países han promulgado leyes que restringen o prohíben el comercio de carne de animales silvestres, pero que posiblemente podrían tener efectos secundarios negativos no deseados, como empujar el comercio a la clandestinidad, donde la regulación es mucho más difícil.
Según Lola Nihotte, consultora jurídica internacional de la FAO, este tipo de leyes pueden estar mal interpretadas, ya que la transmisión de enfermedades a menudo se produce en la fase de recolección de los animales silvestres, y no cuando se consumen.
“Las restricciones –específicamente las prohibiciones– tienen un impacto limitado porque son difíciles de aplicar. A menudo los gobiernos carecen de capacidad para hacer cumplir las prohibiciones”, afirma Nihotte.
“Estas acciones no abordan de forma adecuada el riesgo, porque los estudios han demostrado que en realidad el mayor riesgo de transmisión de enfermedades de un animal al ser humano se produce al preparar y manipular el animal silvestre, más que al ingerir la carne”.
El simposio Hacia un uso sostenible, equitativo y seguro de la carne de animales silvestres en países tropicales y subtropicales: oportunidades, lecciones aprendidas, obstáculos y riesgos, fue organizado por Nathalie van Vliet (CIFOR-ICRAF), Lauren Coad (CIFOR-ICRAF) y Donald Iponga (IRET), con el apoyo del Programa EU-SWM, el UKRI GCRF TRADE Hub, la Universidad de Oxford y USAID.
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