A medida que las personas en todo el mundo se apresuran a plantar árboles para restaurar las tierras degradadas, cumplir los compromisos de mitigación del cambio climático y aumentar la biodiversidad, la pregunta de qué árboles plantar y en qué lugares, es más relevante – y retadora– que nunca. Si no tomamos las decisiones correctas, para las condiciones climáticas actuales y futuras, nuestros esfuerzos serán en vano y las consecuencias para los ecosistemas y las personas serán inmensos.
Para saber qué especies son más resistentes al clima en contextos específicos, los científicos suelen establecer plantaciones de prueba. Pero este método puede tardar muchos años en dar los resultados necesarios, y actualmente no disponemos del lujo del tiempo. Afortunadamente, hay otra forma más rápida y rentable de saber cómo responden las especies forestales a los retos climáticos: solo hay que saber prestarles atención.
La dendrocronología –la ciencia que data y estudia los incrementos anuales de crecimiento (conocidos comúnmente como anillos de los árboles) en árboles leñosos y arbustos– ofrece información clave para nuestra misión. Durante décadas se viene utilizando la dendrocrología en estudios de ecología y cambio climático, pero sobre todo en las regiones templadas, donde los anillos son más fáciles de leer y donde existe la capacidad y los fondos para dedicarse a ello. Alemania, por ejemplo, tiene probablemente más de 15 laboratorios de dendrocronología, mientras que todo el continente africano solo cuenta con unos seis.
Aunque África es el continente más afectado por el cambio climático, y la restauración allí es prioridad, los vacíos en la información climática son enormes. Por ello, un grupo de científicos ha puesto en marcha una nueva iniciativa, la Red Africana de Anillos de Árboles para la Resiliencia (ATRN, por sus siglas en inglés), que pretende avanzar el uso de evidencia basada en los árboles en los trópicos, especialmente en África.
Forests News conversó con Aster Gebrekirstos, científico del Centro para la Investigación Forestal Internacional y el Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF), y quien dirige su laboratorio de dendrocronología en Nairobi, además de que lidera esta nueva iniciativa en el marco del proyecto Past Global Changes (PAGES).
- ¿Cómo puede ayudar a la adaptación climática el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles?
Los árboles nos dicen mucho sobre el clima y la historia ecológica, porque son los seres vivos más antiguos del planeta y pueden vivir hasta 4000 años. Algunas especies son muy sensibles a la sequía y no hacen nada –o incluso mueren– en periodos muy secos, pero en un buen año crecen mucho más, mientras que otras consiguen crecer durante las sequías.
Esto significa que los árboles contienen una gran cantidad de historias e información realmente claves que son especialmente útiles para orientar la restauración. Por ejemplo, podemos determinar el índice de resiliencia de las especies en función de la rapidez con que se recuperan de la sequía y de su plasticidad para adaptarse a la variabilidad climática.
Básicamente, lo que hacemos en el laboratorio de dendrocronología es como “preguntar” a los árboles “¿cómo era su vida?, ¿cómo era el clima?, ¿cómo tratábamos a nuestro planeta?, ¿qué hacíamos?, ¿y qué haremos para las generaciones futuras?”.
Siento que hablo el lenguaje de los árboles. Si somos capaces de leer y hablar su idioma, los árboles son como libros de historia. La vida de los árboles y los ecosistemas, de minutos a siglos, de la célula al paisaje, queda registrada en su forma física y química.
La dendroecología es una herramienta rápida y eficiente para comprender, cuantificar y asesorar (por ejemplo, sobre qué especie es la más productiva, cuál es la más resistente, cuál es su contribución en términos de agua y carbono, cuál compite con los cultivos y cuál es beneficiosa para ellos, cuándo es el mejor momento para talar madera, etc.), de modo que podamos plantar los árboles adecuados en los lugares adecuados, teniendo en cuenta las proyecciones climáticas futuras. De este modo, generamos conocimientos sólidos sobre los árboles, los bosques, sus servicios ecosistémicos, el medioambiente y mucho más.
Si somos capaces de leer y hablar su idioma, los árboles son como libros de historia”.
- ¿Cómo podría esta iniciativa ayudar también a la conservación de la biodiversidad en África?
Actualmente tenemos muchísimos árboles nativos en los trópicos, pero seleccionamos muy pocos para la restauración; plantamos sobre todo árboles exóticos como eucaliptos, grevilleas y cipreses. Y lo hacemos porque no sabemos lo suficiente sobre la ecología (de la mayoría de los árboles nativos), la dinámica del crecimiento, la dinámica de la mortalidad, etcétera. En los trópicos, no tenemos muchas parcelas permanentes; no tenemos datos a largo plazo. Así que esta es una forma eficaz de obtener los datos que necesitamos a tiempo. Como los ecosistemas cambian, este trabajo también puede ayudar a la supervivencia de las especies arbóreas nativas: si sabemos cómo se comportan, podremos ayudarles a adaptarse y sobrevivir.
- ¿Por qué se mantiene tan extendida la idea errónea de que los árboles tropicales no tienen anillos de crecimiento?
Porque en las regiones templadas existe una clara estacionalidad climática –en invierno, todo está inactivo–, por lo que el periodo de crecimiento está muy bien marcado. Pero en los trópicos, no tenemos esa estacionalidad clara, sino que los factores limitantes son la humedad y, en algunos casos, el calor. Parece como si los científicos pensaran: “Vale, en África siempre brilla el sol, así que ¿por qué iban a formarse anillos de crecimiento?”, esa idea errónea sigue estando en los libros de texto, pero no es cierta. Los árboles tropicales tienen estructuras diferentes, y es más complicado “leerlos”, pero no es imposible: solo hay que dedicar más esfuerzo y paciencia, y una vez que se tienen los datos se pueden utilizar para muchas cosas. Ya es hora de incorporar esta ciencia a los planes de estudio de las universidades africanas.
- ¿Cómo espera influir en la política a través de la red?
Utilizamos los datos para aprender de la historia climática y medioambiental y compartir esa información con los responsables de las decisiones sobre políticas. Por ejemplo, si sabemos que en el pasado la sequía se producía cada diez años en un lugar determinado, y ahora ocurre cada dos o tres años, ¿qué significa eso para las políticas públicas?
También esperamos acelerar la siembra y plantación de especies nativas. Por ejemplo, en cuanto a las procedencias, la gente suele recoger semillas de distintas procedencias, plantarlas y esperar a ver cuál es la mejor. Esto es una auténtica pérdida de recursos y tiempo, cuando podemos recoger y analizar muestras de distintas procedencias para ver cómo se han comportado.
Los árboles tropicales tienen estructuras diferentes, y es más complicado 'leerlos', pero no es imposible: solo hay que dedicar más esfuerzo y paciencia, y una vez que se tienen los datos se pueden utilizar para muchas cosas”.
- ¿Qué espera del futuro de la ATRN?
La formación de este grupo de trabajo es solo el principio. Es una plataforma para identificar los métodos, las técnicas de muestreo y las especies que proporcionan una buena cronología fiable en el espacio y en el tiempo, con especial atención a la integración de datos a largo plazo para subsanar vacíos críticos de conocimientos y capacidades climáticas, ecológicas y medioambientales, en colaboración con nuestros socios internacionales.
Esta iniciativa también acelerará la formación de una Sociedad Africana de Anillos de Árboles para mantener a la gente conectada y generar datos y conocimientos sobre árboles y bosques a escala, como sociedades similares que vemos en otras partes del mundo. En CIFOR-ICRAF, nuestro trabajo gira en torno a los árboles, los bosques y la agroforestería en los trópicos, por lo que creo que tenemos toda la capacidad para seguir contribuyendo de forma significativa a esta misión.
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