Cada vez son más los drones que las organizaciones conservacionistas y de defensa de los derechos sobre la tierra lanzan a los cielos para apoyar su trabajo y objetivos. Sin embargo, es importante tener que cuenta que si los drones no se usan de forma adecuada, pueden causar más perjuicios que beneficios a las personas y la fauna que precisamente estas organizaciones buscan proteger.
Por ello, un consorcio de científicos naturales y sociales de la Universidad de Bristol y de otros centros de investigación ha puesto a disposición las directrices para el uso de drones en el campo ambiental y de desarrollo.
Muchas organizaciones con objetivos de conservación han adoptado esta tecnología para su trabajo. Desde la década de 2010 los drones se han convertido en una herramienta eficiente y accesible para que las comunidades locales y los pueblos indígenas puedan por ejemplo detectar invasiones ilegales en sus tierras, entre otros usos. Pero si no se usa correctamente, esta tecnología también puede incomodar o incluso asustar a las personas. Como menciona el documento, el simple zumbido de los drones puede resultar molesto.
“Desde las preocupaciones por la vigilancia y la privacidad hasta las relacionadas con la seguridad y el uso indebido, es importante reconocer que el avistamiento y el sonido de los drones pueden provocar ansiedad y miedo, pero también entusiasmo y curiosidad”, afirma Anna Jackman, profesora de Geografía Humana en la Universidad de Reading y una de las coautoras de las directrices.
Difundir las imágenes de personas que puedan ser identificadas a partir del material recopilado por un dron también puede tener consecuencias no deseadas, como reforzar prejuicios sobre qué tipo de persona comete delitos.
“A veces los estereotipos sobre quién es un cazador furtivo se confunden con los estereotipos sobre otros forasteros que las comunidades ya temen que vayan a amenazarlas”, indicó Naomi Millner, profesora titular de Geografía Humana en la Universidad de Bristol y coautora de las directrices. Explicó que una imagen de alguien tomada con un dron, por ejemplo, en un bosque, podría acabar provocando que se culpara a grupos marginados de caza furtiva u otros delitos medioambientales.
Grupos conservacionistas han incorporado drones como parte de sus herramientas de vigilancia de especies y detección de cazadores furtivos. Sin embargo, los propios drones pueden afectar a la fauna local, perturbándola. Por ejemplo, aunque los drones tienen potencial para estudiar las aves, investigaciones han descubierto que pueden estresarlas si se les acercan desde arriba, posiblemente porque los perciben como un depredador.
“El uso no responsable de drones también ha sido señalado por otras ONG, gobiernos locales y empresas”, afirma Yves Laumonier, ecólogo tropical del CIFOR-ICRAF y coautor de las directrices. “Esto podría ser muy mala prensa para cualquier organización”.
Dados los riesgos que plantean los drones, los autores elaboraron las recientes directrices para ayudar su uso responsable.
Por ejemplo, antes de elevar los drones, los autores recomiendan que las organizaciones consulten a las comunidades locales para garantizar respeto tanto por las normas locales como por su privacidad. Si se subcontratan operadores de drones, deben recibir entrenamiento para relacionarse con estas comunidades o utilizar un guía local si es posible. También se sugiere utilizar el tipo de dron más silencioso disponible.
Durante el vuelo, los operadores de drones deben asegurarse de no captar accidentalmente imágenes de personas en las que puedan ser fácilmente identificadas. Si están vigilando un delito, como la caza furtiva, deben tener en cuenta las posibles implicaciones de divulgar estas pruebas. Además de cumplir la normativa local, las organizaciones deben marcar claramente los drones y colocarles identificaciones, y los operadores de drones deben ser fácilmente identificables (por ejemplo, llevando una chaqueta visible).
Los grupos que utilicen drones para observar la vida silvestre deben hacerlos despegar al menos a 100 metros de los animales y volar lo más alto posible para no molestarlos. Los autores recomiendan volar en un patrón constante de “cortadora de césped” en lugar de directamente hacia los animales, evitando cambios bruscos de velocidad, altura o dirección.
Las organizaciones deben compartir las imágenes con las comunidades locales para asegurarse de su consentimiento y acuerdo para que se compartan, así como brindarles los datos y hallazgos de las imágenes del dron. También sugieren tratar con cuidado las imágenes de personas y lugares culturalmente sensibles y considerar los riesgos de difundir las imágenes tomadas por dron antes de publicarlas. Deshacerse adecuadamente de los drones al final de su vida útil para evitar contaminar el medioambiente debe ser otra consideración que tomar.
La idea de crear las directrices surgió durante un taller organizado en 2021 por la Universidad de Bristol sobre drones, su uso en la conservación de la vida silvestre y los derechos sobre la tierra, y sus implicaciones éticas. Este mes de julio 2023, la revista científica Global Social Challenges publicará un número especial titulado “Drone Ecologies” en el que se publicarán artículos sobre el uso que las comunidades hacen de los drones y su interacción con los conflictos.
Con la rápida evolución de la tecnología, Millner prevé la necesidad de más investigaciones y análisis sobre la ética del uso de drones y actualizaciones de las directrices en el futuro, quizás incluso la creación de otras nuevas sobre inteligencia artificial.
“Los drones son una tecnología de vigilancia”, afirma. “Puedes acercarte mucho. Se pueden ver los detalles. Eso es lo que los hace útiles. Pero las mismas propiedades que los hacen útiles los convierten en algo que puede usarse contra las personas, y como cualquier tecnología de captura visual, eso tiene sus riesgos”.
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