Cuanto más se habla del papel esencial de los árboles en el clima (¡ríos atmosféricos!), en los suelos (¡la red de conexiones subterráneas entre los árboles!) y en la biodiversidad (¡los bosques tropicales!), sin mencionar el secuestro de carbono, más se comprende la importancia del conjunto diverso de especies de árboles de diferentes edades que conforman los bosques.
Las grandes plantaciones de una o dos especies de árboles son intrínsecamente frágiles: basta con ver la masiva mortandad de las plantaciones de coníferas de que se está produciendo en Norteamérica y Europa. Si finalmente perecen por la sequía, la infestación o los incendios forestales, su carbono vuelve a la atmósfera y sus suelos se erosionan rápidamente, agravando las ya destructivas inundaciones.
En cambio, los bosques naturales tienen cientos de especies de árboles diferentes que van desde árboles jóvenes hasta aquellos gigantes y milenarios. Literalmente, son millones las otras especies que coexisten en todo el bioma, desde las profundidades del suelo hasta el aire por encima de las copas.
Con semejante complejidad, las plagas no tienen posibilidad de causar un daño real; al fuego se le dificulta acabar con todo y muchas especies sobrevivirán a las condiciones meteorológicas cada vez más extremas que la crisis climática está provocando en los bosques.
Esto significa que, a menudo, la forma más fácil, barata y rápida de conseguir un bosque próspero es por rewilding o “resilvestración”, una palabra elegante para algo tan simple como tomar una buena taza de té y relajarse en un sillón mientras se deja que la naturaleza haga su trabajo.
La velocidad con la que los bosques degradados pueden regenerarse es asombrosa. Casi sin que nos demos cuenta, una masiva resilvestración ya está en curso en los cinco continentes. Europa tiene hoy más árboles que en muchos otros siglos, y gran parte de ellos son bosques naturales creciendo en tierras agrícolas abandonadas. En tiempos en los que tendemos a centrarnos demasiado en la deforestación de lugares emblemáticos como la Amazonía, esto es una noticia alentadora.
Esto significa que, a menudo, la forma más fácil, barata y rápida de conseguir un bosque próspero es por rewilding o “resilvestración”, una palabra elegante para algo tan simple como tomar una taza de té y relajarse en un sillón mientras se deja que la naturaleza haga su trabajo"
E incluso allí, las noticias no son del todo malas: investigaciones recientes sugieren que más del 70 % de la deforestación de la Amazonía se produce en tierras que ya habían sido deforestadas anteriormente, en una especie de barbecho industrial de pasto donde se corta el bosque, se cultiva la hierba, se hace pastar al ganado, se abandona la tierra después de dos años cuando el suelo se ha agotado, se deja que el bosque se regenere, se vuelve unos años más tarde, y se repite. Algunas parcelas se están deforestando ahora por quinta vez.
Pero si nuestros bosques deben alejarse de las plantaciones y acercarse a las estructuras mixtas, que idealmente se regeneran por sí solas, los silvicultores podrían preguntarse: ¿De dónde va a salir toda la madera y la fibra que el mundo necesita? Y ahí también la respuesta es poco ortodoxa: de las tierras de cultivo, a través de la agroforestería.
Solo en Europa, podemos añadir decenas de miles de millones de árboles a los paisajes agrícolas. Esos árboles proporcionan servicios ecosistémicos como una mayor fertilidad y amortiguación del ciclo del agua a los cultivos con los que comparten el campo, aumentan los ingresos de sus agricultores y fortalecen la resistencia a las sequías, las tormentas y las plagas. De hecho, a menudo es por estos servicios de resiliencia por lo que los agricultores migran hacia la agroforestería. A medida que el clima se vuelve cada vez más extremo esta es una razón cada vez más convincente para plantarlos. Basta con preguntar a los pequeños agricultores del Sahel, en Níger, Malí o Senegal, donde en las últimas décadas han crecido millones de hectáreas de nuevas parcelas agroforestales.
Pero si la resilvestración y la agroforestería son el camino a seguir, ¿cómo lo conseguimos? A menudo, la protección de los bosques y la resilvestración solo son posibles “en condiciones muy específicas”, como deja claro un informe de Madagascar. “La comunidad local debe poder confiar en que el gobierno no dejará que algún interés comercial o un fuerte peso político se cuele por los resquicios para explotar un bosque que sus vecinos cotidianos no pueden tocar. Y la población local debe poder satisfacer también sus propias necesidades, incluidas las espirituales”.
Esto sugiere que la gobernanza es capital.
Conseguir que un billón de árboles vuelvan al paisaje, no es un reto de plantación. Es un reto para los abogados y los gobiernos, para las comunidades y las cooperativas: elaborar modelos de gobernanza que animen a la gente a acoger de nuevo los árboles en sus vidas"
Y lo mismo puede decirse de la agroforestería. En el Sahel, los árboles volvieron una vez que se aseguró a los agricultores la tenencia de los mismos (ningún funcionario podía multarlos por cortar unas ramitas para el fuego de la cocina). En Europa, en cambio, la agroforestería tiene dificultades para implantarse: los agricultores tienen miedo de plantar árboles porque pueden perder las subvenciones agrícolas.
Sería difícil imaginar lugares tan diferentes entre sí por su clima, riqueza y cultura como Europa, Níger y Madagascar. Sin embargo, en los tres lugares, son las leyes, los reglamentos, las normas y las prácticas -la gobernanza- las que dictan si los árboles volverán a crecer, o no.
El reto de nuestro tiempo, conseguir que un billón de árboles vuelvan al paisaje, no es por lo tanto un reto de plantación. Es un reto para los abogados y los gobiernos, para las comunidades y las cooperativas: elaborar modelos de gobernanza que animen a la gente a acoger de nuevo los árboles en sus vidas.
Para más información sobre este tema, póngase en contacto con Patrick Worms en pworms@cgiar.org.
Esta investigación forma parte del Programa de Investigación sobre Bosques, Árboles y Agroforestería del CGIAR, que cuenta con el apoyo de los donantes del Fondo del CGIAR.
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