Los científicos han demostrado que enfermedades como el nuevo coronavirus SARS-COV2 (COVID-19) y la enfermedad del Ébola pueden surgir debido a los desequilibrios de los ecosistemas en los bosques.
En los últimos meses, esta hipótesis ha ganado terreno en la cobertura de los principales medios de comunicación, impulsando la noción de que el COVID-19 es zoonótico, transmitido desde un murciélago a otro animal, posiblemente un pangolín o un perro, infectando inicialmente a los humanos en un mercado en la ciudad china de Wuhan.
Tres de cada cuatro enfermedades infecciosas nuevas o emergentes se originan en animales, según los datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., que indica que, en general, los animales han sido el vector de más del 60 por ciento de las enfermedades infecciosas.
La investigación sobre la relación entre los virus y los bosques desarrollada por el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) muestra que tales transmisiones de animales a humano, y luego de humano a humano, pueden ocurrir cuando los ecosistemas forestales son desprovistos de su biodiversidad natural.
Como los científicos de CIFOR han escrito desde y antes del brote del COVID-19, en los bosques, la eliminación y la caza de especies de presa, especialmente mamíferos grandes, conduce a un desequilibrio entre los patógenos y los huéspedes, lo que resulta en virus fuera de control.
En un blog en Landscape News, Robert Nasi, director general del CIFOR y Tony Simons, director general de ICRAF, compartieron sus puntos de vista a propósito de la pandemia, detallando cuatro pasos que, según indican, son cruciales para construir la salud del planeta. Lo que sigue es un extracto de su análisis:
“La retrospectiva es maravillosa, pero la previsión es mejor. Necesitamos hacer más que mirar las crisis en el espejo retrovisor y, en cambio, predecir y prepararnos para los riesgos que plantea el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la deforestación y la mala gestión del uso de la tierra.
¿Qué podemos aprender de esta pandemia para evitar futuras catástrofes, no solo de patógenos sino también emergencias ambientales, sociales y financieras, y las amenazas que representan para la salud del planeta?
Nuestra vulnerabilidad e ingenuidad son una advertencia: podemos ver cómo será nuestro futuro con las consecuencias del cambio climático, los paisajes degradados y los ecosistemas dañados. Necesitamos actuar con decisión para abordar estos problemas.
La naturaleza, a través de la crisis del COVID-19, nos ha recordado las conexiones entre la salud humana, los paisajes resilientes, la estabilidad económica y los medios de vida, lo que nos permite ver en tiempo real los resultados de la inacción. No hemos actuado y ha sido bajo nuestro propio riesgo.
En CIFOR-ICRAF, ayudamos a promover la idea de que la salud de la tierra sustenta la salud humana y ambiental. Los paisajes, de los que obtenemos nuestra comida, fibra, agua y madera, son claves. Los paisajes mal administrados son a menudo la fuente de los virus que han amenazado a los humanos, incluidos COVID-19, el Ébola, el VIH-SIDA y el Zika, por nombrar solo algunos. Si no se mantiene la salud de la tierra, con el tiempo se creará el mismo tipo de emergencia que estamos enfrentando con el COVID-19 y su consiguiente impacto en la salud y los medios de vida.
A medida que miramos más allá de la crisis actual desde una perspectiva mucho más amplia y a más largo plazo, abordar los siguientes cuatro pasos es crucial para reconstruir la salud planetaria.
- Cambiar la forma en que producimos los alimentos
El mundo no puede ser alimentado a menos que el suelo sea alimentado. La agricultura regenerativa mejora y sostiene la salud del suelo, lo que a su vez mejora la productividad. Esto es lo opuesto a la agricultura convencional basada en combustibles fósiles. La tierra cultivada convencionalmente en todo el mundo ha perdido aproximadamente la mitad de su carbono al arar y dejar la tierra raída entre cultivos. Al aumentar el carbono del suelo mediante la agricultura regenerativa, algunos estudios sugieren que la producción anual de carbono podría compensarse con 3000 millones de toneladas, casi tanto como las emisiones anuales de gases de efecto invernadero de la Unión Europea. La producción de alimentos utilizando métodos de agroecología, agroforestería y agricultura natural contribuiría en gran medida a restaurar la tierra y proteger los medios de vida.
- Restaurar los bosques y tierras que sustentan nuestra agricultura
La tierra degradada le cuesta al mundo $ 6 billones anuales en servicios, bienes y medios de vida perdidos. La restauración de la tierra, en parte a través de iniciativas como el Desafío de Bonn, debe convertirse en una empresa económicamente viable que cree empleos y produzca bienes mientras restaura la capacidad productiva de la tierra. Necesitamos alejarnos de la idea de que los ecosistemas deben ser restaurados a su condición prístina “original”. Esto no es posible en la mayoría de los casos, y plantar árboles no es suficiente; incluso es el enfoque equivocado en algunos casos (plantar árboles en pastizales es un error desde una perspectiva de biodiversidad). La regeneración natural asistida debería ser nuestra primera opción para la biodiversidad. La restauración forestal mundial podría ayudar a secuestrar más de 200 gigatoneladas de carbono, crear amortiguadores productivos para las áreas protegidas y producir bienes y servicios.
La naturaleza, a través de la crisis del COVID-19, nos ha recordado las conexiones entre la salud humana, los paisajes resilientes, la estabilidad económica y los medios de vida"
- Hacer sostenibles nuestras cadenas de suministro
Las existentes cadenas de suministro y el comercio son fuente de deforestación y degradación de la tierra, de emisiones de gases de efecto invernadero y de riesgos para la salud. Esto no tiene por qué ser así. El monitoreo independiente de las promesas corporativas sobre los compromisos de deforestación, la eliminación de incentivos por comportamientos insostenibles, el pago de un precio justo a los productores, y la aplicación de medidas comerciales estrictas ayudarán en gran medida a demostrar que se puede ganar dinero mientras se hace el bien. Con el 80 por ciento de los alimentos en África y Asia producidos por pequeños agricultores, hay una oportunidad considerable de reconstruir la sostenibilidad desde cero. Una cadena de suministro no puede ser sostenible si en algún momento no es sostenible financiera, ambiental o socialmente.
- Valorar el capital natural correctamente (no podemos “comer” dinero)
El capital natural es el agua, el suelo, la tierra usable, los alimentos, el aire y la energía de los que dependemos para mantener la vida. Según algunas estimaciones, el valor monetario de estos servicios naturales es incluso mayor que el producto bruto interno mundial. Lamentablemente, no hemos podido dar un valor al capital natural en los balances contables ni en los mercados. Sin poner un precio al capital natural, no hay un incentivo para conservarlo o mejorarlo. Las consecuencias están bien documentadas: la producción de bienes básicos desde el cacao hasta el aceite de palma que no tiene en cuenta el costo de la deforestación, las emisiones de carbono, el daño a los medios de vida locales y la pérdida de biodiversidad, y los sistemas alimentarios que son incentivados por el mal uso del suelo. Por el contrario, el mundo necesita nuevos enfoques para la producción de alimentos y la gestión del paisaje que generen resiliencia y equilibrio.
Esto dará como resultado mejores dietas, polinizadores protegidos, una menor aplicación de agroquímicos en el suelo, un uso más eficiente del agua, menor labranza y cultivos de cobertura, más agroforestería y un cambio desde los monocultivos hacia a diversidad agroecológica”.
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