Por Álvaro Gutierrez de la Universidad de Chile y el Programa Bosques Andinos.
Un fenómeno global emergente que involucra una disminución del crecimiento y mayor mortalidad de árboles se observa hoy, y es atribuido al aumento de sequías y déficit hídrico en diferentes ecosistemas.
Se espera que para el año 2100 las regiones mediterráneas-templadas sufran un aumento de las condiciones de sequía a causa del calentamiento global, lo que podría degenerar en pérdidas de biodiversidad.
Entre estos pronósticos se encuentra la región Andina, considerada una de las áreas más afectadas por el aumento de las condiciones de sequía y fragmentación de ecosistemas en el último siglo. Aquí también se encuentran los bosques templados, dominados por especies arbóreas del género Nothofagus. Observar estos bosques es clave para entender las respuestas a las perturbaciones antropogénicas y al cambio climático, en una región que se ha visto afectada por sequías extendidas geográfica y temporalmente desde el año 2010, así como analizar cómo han variado los patrones de crecimiento y mortalidad de los árboles, para así diagnosticar su capacidad de adaptarse a un ambiente cada vez más seco.
Por ello, como parte del proyecto de investigación Efecto de la sequía sobre los patrones de mortalidad y eficiencia del uso del agua en bosques septentrionales andinos de Nothofagus en Argentina y Chile, apoyado por el Programa Bosques Andinos, se buscó generar información empírica de los impactos del cambio climático en una zona con altos niveles de endemismo y riqueza de especies de árboles en América del Sur.
Mortalidad después de la sequía
El estudio se enfocó en estudiar las poblaciones septentrionales de Nothofagus en los Andes de Sudamérica: en Argentina y Chile (límite seco más cálido de estos bosques). Para ello, se analizó la variación temporal de crecimiento radial e isotopos estables (carbono y oxigeno) en los bosques septentrionales de la cordillera andina de los países mencionados. Utilizando especies caducas (roble: N. macrocarpa y N. obliqua) y siempreverde (coigüe: Nothofagus dombeyi), se complementó la información de material de árboles vivos con árboles muertos.
La selección de estos tipos forestales permite comprender y analizar la adaptación de los bosques septentrionales andinos a las variaciones del ambiente –aumento de la temperatura, de las concentraciones de CO2 y disminución de la disponibilidad hídrica– en el último siglo.
El muestreo de las poblaciones de roble y coigüe en la región andina de Argentina (Parque Nacional Nahuel Huapi y Parque Nacional Lanin) y Chile (Reserva privada La Invernada, Santuario Naturaleza Alto Huemul y Parque Nacional Radal Siete Tazas) incluyó más de 30 árboles por especie y población, con un total de 120 árboles muestreados.
Además, en ambas regiones andinas se verifica el impacto de la sequía de 1998, debido a que gran porcentaje de los árboles de coigües murieron posteriormente a ese año (70 % en Chile y 50 % en Argentina). Esta sequía ha sido una de las más severas que ha afectado el centro-sur de Chile y Argentina, pero aún no se tenían registros sobre los efectos que causaron en la mortandad de árboles.
Por otra parte, en la región chilena la cronología de árboles vivos de coihue del lado occidental muestra una tendencia al decaimiento en crecimiento radial en las últimas décadas, que estaría asociada a la disminución de precipitación y aumento de temperatura en el centro-sur, según demostró la tesis de pregrado de la estudiante Camila Canales. Además, en este se muestra que la cronología de roble en el Santuario Alto Huemul (Chile) evidencia un efecto negativo de las sequías en los patrones de crecimiento de las poblaciones de Nothofagus septentrionales de América del Sur. Mientras que, del lado argentino esta tendencia negativa es menos evidente en las cronologías de árboles vivos de coigües.
Estos resultados serán complementados con las cronologías de isotopos estables de carbono y oxígeno, lo que permitirá entender el proceso fisiológico que presentaban los árboles afectados y cómo la eficiencia del uso del agua podría estar relacionada con el decaimiento y mortalidad de los individuos colectados en las últimas décadas.
A medida que el clima y el medio ambiente continúan cambiando, cada vez es más relevante entender las condiciones futuras de los bosques que podrían afectar su resistencia y resiliencia. En este contexto, los resultados de esta investigación esperar aportar a ello.
El estudio fue liderado por Alvaro G. Gutiérrez (Universidad de Chile), Vinci Urra (Universidad de Chile) y Alejandro Venegas-Gonzalez (Universidad Mayor), del Equipo de Investigaciones Bosque Ciencia, en colaboración con María Laura Suarez, investigadora del CONICET/Universidad de Comahue, Gerhard Helle investigador del Centro para Geociencias GFZ Potsdam, y Ariel Muñoz académico del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
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