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Si talamos todos los árboles, moriremos.”

Cada año, cuando la estación seca se instala sobre las remotas tierras altas de Timor Occidental, en Indonesia, la comunidad Olian-Fobia recorre los senderos de los guardianes en la Reserva Natural del Monte Mutis. Esta peregrinación es mucho más que un ritual cultural: es una práctica vital que entrelaza tradición, ecología y economía. Su destino son los imponentes árboles de Eucalipto blanco, Eucalyptus alba, hogar de la abeja gigante de la miel, Apis dorsata. Allí, llevan a cabo la sagrada cosecha de miel silvestre, una práctica que sostiene a su comunidad y al bosque que veneran.

La recolección de miel está profundamente arraigada en las costumbres indígenas e implica rituales que honran a los espíritus ancestrales y garantizan la armonía social. Durante la noche, los recolectores escalan árboles de hasta 80 metros de altura, acompañados por cánticos que buscan el permiso de las abejas antes de recolectar su miel. Este enfoque respetuoso refleja una profunda comprensión de la relación simbiótica entre los seres humanos y la naturaleza.

Más allá de su profundo significado cultural, esta tradición tiene beneficios económicos concretos. La miel del Monte Mutis representa una fuente de ingresos complementarios para el pueblo Olian-Fobia, con cosechas anuales que alcanzan hasta 30 toneladas. La comunidad ha desarrollado estrategias sostenibles de marca y comercialización, asegurando que su miel llegue a mercados más amplios, sin comprometer sus prácticas ecológicas. 

   Un solo árbol puede albergar más de 100 colmenas. Foto de Nanang Sujana / CIFOR-ICRAF

Una tradición ancestral

Para la comunidad Olian-Fobia, recolectar miel silvestre es una práctica sagrada que integra rituales ancestrales y espirituales.

Los guardianes tradicionales viven a dos días de camino del bosque donde recolectan la miel. Cuando los Eucalyptus alba florecen, se inician los preparativos para un campamento que puede extenderse de dos a tres semanas. Se debe preparar comida y refugio para la travesía, y se espera que los conflictos personales se resuelvan antes de partir, asegurando la armonía social dentro de la comunidad.

Isak Fobia, líder de la comunidad Olian-Fobia. Es responsable de guiar la ceremonia de recolección de miel desde el inicio hasta el final, y de distribuir la cosecha entre la comunidad.

Al anochecer, un grupo de personas se dirige al lugar de la cosecha. Liderados por el amaf, o líder comunitario, y participan personas con conocimientos técnicos y espirituales, indispensables para recolectar la miel silvestre de forma segura. Esta peligrosa tarea implica escalar hasta ramas a 80 metros del suelo, donde cuelgan los panales en lo alto de los árboles. Un solo árbol antiguo puede albergar hasta 120 colmenas activas.

Un producto sostenible

Por lo general la cosecha produce suficiente miel para el consumo de la comunidad y para su comercialización fuera del territorio. Cada año, en el Monte Mutis se producen y recolectan hasta 30 toneladas de miel silvestre, lo que representa el 25 % de la producción total de la provincia indonesia de Nusa Tenggara Oriental.

La venta de la miel genera ingresos adicionales que benefician a toda la comunidad. Al no requerir la tala de árboles, la cosecha tiene un bajo impacto en la Reserva Natural del Monte Mutis. Además, dado que la producción continua de miel depende de la salud de todo el ecosistema, la comunidad tiene un incentivo adicional para conservarlo para las futuras generaciones.

En otras épocas del año, las comunidades cercanas recolectan miel producida a partir de las flores del Eucalyptus urophylla, conocido localmente como el árbol ampupu. Sin embargo, la cosecha de miel del Eucalyptus alba está reservada exclusivamente para la comunidad Olian-Fobia, ya que es una tradición profundamente respetada por las demás comunidades del paisaje Mutis-Timau. Al honrar estos acuerdos ancestrales, las comunidades no solo cumplen una política: reafirman un compromiso con la tierra y entre ellas mismas, demostrando cómo las tradiciones arraigadas pueden fortalecer de manera silenciosa los esfuerzos nacionales para proteger los bosques.

   Una colmena en Indonesia. Foto de Yayan Indriatmoko/CIFOR-ICRAF

Las abejas como puente: de los árboles a la mesa

Los polinizadores fertilizan más del 75 % de los cultivos alimentarios a nivel mundial. Sin embargo, sus poblaciones están disminuyendo debido al uso de pesticidas, la agricultura de monocultivo, la deforestación y el cambio climático. Esta pérdida va más allá del ámbito ecológico, representa una amenaza económica y nutricional.

Al combinar árboles y cultivos, la agroforestería está generando espacios propicios para los polinizadores. Por ejemplo, en Burkina Faso, los agricultores están aprendiendo a manejar abejas melíferas y sin aguijón, seleccionar especies nativas con flores e incorporar colmenas en parcelas de madera y huertos familiares. El resultado es un paisaje productivo y resiliente, que trabaja más y sana más rápido.

La integración de la apicultura en sistemas agroforestales está generando beneficios amplios. En muchas comunidades, la producción de miel ha abierto nuevas fuentes de ingresos, fortaleciendo la estabilidad financiera de los hogares y creando nuevas oportunidades de empoderamiento económico. A nivel ambiental, la presencia de abejas favorece el crecimiento de especies de árboles con flores, desempeñando un papel silencioso pero esencial en los esfuerzos locales de reforestación. La participación comunitaria también ha crecido, ya que los programas de formación fomentan el intercambio de saberes y fortalecen los vínculos sociales.

Los beneficios de los paisajes amigables con los polinizadores son notables: en las zonas con presencia activa de abejas, los agricultores han visto aumentar sus cosechas entre un 15 y un 30 %.

Los hogares reportan incrementos de sus ingresos de hasta un 50 % mediante sistemas agrícolas diversificados. Además, a medida que se cultivan más especies ricas en néctar y de usos múltiples, la cobertura arbórea crece de forma constante, brindando tanto resiliencia ecológica como económica.

En todo el mundo, desde los bosques del oeste de Timor hasta las fincas del oeste de África, las abejas sostienen de manera silenciosa ecosistemas enteros. Polinizan los cultivos que nos alimentan, los árboles de los que dependemos y las plantas que equilibran el suelo y el clima. Y, sin embargo, las abejas y los polinizadores están desapareciendo.

Sin embargo, práctica como las de las comunidades de Olian-Fobia nos recuerdan que no tiene por qué ser así. Sus tradiciones demuestran que es posible vivir en armonía con la naturaleza: cuidar la tierra mientras se vive de ella.

Cuando se protege a las abejas, los bosques florecen. Y cuando los bosques prosperan, nosotros también.

En conmemoración del Día Mundial de las Abejas 2025.

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