Investigación

La producción estratégica de madera de bolaina mejorará los medios de subsistencia, afirman los científicos

¿Qué tan valiosa es esta especie para los pequeños productores de la Amazonía peruana?
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La demanda por bolaina se disparó en 2007, después de que un fuerte terremoto arrasara la ciudad de Pisco, en la costa sur de Perú, y los fabricantes adquirieran grandes cantidades de esa madera para la construcción de casas prefabricadas. CIFOR/Ernesto Benavides

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Nota del editor: Este es el segundo de una serie de artículos sobre investigación realizada por CIFOR acerca del aprovechamiento de bolaina por pequeños productores en la Amazonia. El primer artículo puede ser leído aquí.

CONTAMANA, Perú — Cuando Belisario Villacrez dividió su tierra entre sus hijos, uno de ellos plantó cacao, el más reciente cultivo estrella del Perú. Sin embargo, en este remoto rincón de la Amazonia, inaccesible por carretera, su apuesta se fue a la quiebra al no poder vender su producción.

Por eso, cuando la investigadora Robin Sears le preguntó a Villacrez si preferiría tomar un préstamo para plantar cacao o para la gestión de bolaina (Guazuma crinita), un árbol de rápido crecimiento que brota en los campos en barbecho, el agricultor no dudó en su respuesta.

“Bolaina”, dijo, “porque no siempre se encuentra un comprador para el cacao”.

Hay muchas especies de árboles más valiosas que la bolaina, pero pocas son de tan fácil cultivo —las especies heliófilas aparecen rápidamente en campos en barbecho y pueden estar listas para su extracción en unos cuantos años y con mínima intervención silvícola.

Cortar y vender la madera legalmente, sin embargo, es caro y complicado para los pequeños agricultores, ya que las regulaciones forestales se diseñaron pensando en operaciones madereras más grandes, lo que lleva a gastos de operación prohibitivos.

Investigadores del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) están estudiando la producción y comercialización de bolaina con el propósito de sugerir prácticas de gestión y políticas que podrían ayudar a los pequeños agricultores a producir la madera de manera más eficiente sin perjudicar los bosques.

Al igual que Villacrez, muchos agricultores de Contamana tienen bolaina creciendo en sus campos en barbecho, a menudo con muy poca gestión de por medio —mantienen árboles semilleros en las cercanías y puede que raleen la plantación, pero la naturaleza se encarga del resto. Los agricultores saben que si simplemente la dejan crecer, pueden vender los árboles en caso requieran de dinero rápido.

“La pregunta que me gustaría responder es qué se requiere para ayudarlos a dedicarse de manera decidida a la producción de esta madera, en lugar de limitarse simplemente a dejar que las cosas sucedan”, dice Sears, consultora de CIFOR y vicepresidenta de asuntos académicos de la Escuela para Estudios de Campo (School for Field Studies) con sede en los Estados Unidos, que ofrece programas ambientales de estudio en el extranjero en nueve países.

“Algunos pequeños agricultores asumen un enfoque muy activo para promover el crecimiento de estas especies maderables, como ralear y desmalezar las plantaciones”, dice Sears. El equipo de CIFOR está promoviendo el intercambio de conocimientos de agricultor a agricultor, a la par que trabaja con las autoridades forestales para “liberar” la madera de campos en barbecho de las regulaciones forestales más onerosas.

En lugares como Contamana, la bolaina ha sido utilizada tradicionalmente como una madera barata para construcción, y muchas casas de la ciudad están hechas con tablas de este material. La demanda por bolaina se disparó en 2007, después de que un fuerte terremoto arrasara la ciudad de Pisco, en la costa sur de Perú, y los fabricantes adquirieran grandes cantidades de esa madera para la construcción de casas prefabricadas.

Hoy existe un mercado no solo a nivel local, sino también en ciudades de regiones montañosas y de la costa. Los investigadores están tratando de determinar cómo los agricultores pueden aprovechar mejor esa demanda.

En entrevistas con pequeños agricultores de Contamana acerca de sus prácticas de gestión y compromiso con el mercado, Sears dice que ella y el asistente de investigación Matías Pérez han encontrado que “cada caso es diferente, dependiendo del estado de propiedad de la tierra, la disponibilidad de mano de obra y la distancia a los servicios de transporte”.

Pero algo que todos los pequeños agricultores tienen en común es que sus ingresos son bajos. Sus propiedades —mosaicos de bosque maduro, campos pequeños, terrenos en barbecho y bosques secundarios— proporcionan apenas un ingreso mínimo de subsistencia.

PRODUCCIÓN PLANIFICADA

Para la mayoría de agricultores, la venta de bolaina les proporciona una reserva de emergencia. Venden la madera si necesitan dinero rápido para gastos inesperados, como emergencias médicas.

“Pero cuando la venden rápidamente, obtienen un precio más bajo”, dice Sears, a quien le gustaría ver que los pequeños agricultores reciban un ingreso fijo por la bolaina que crece en sus campos en barbecho. “No tiene por qué servir solo como un fondo de emergencia. Con algo de planificación, esta madera de rápido crecimiento podría proporcionarles ingresos regulares”.

Una rotación planificada de las tierras en barbecho, de manera tal que haya plantaciones de bolaina listas para su extracción cada dos o tres años, les proporcionaría a los agricultores “una inyección gigante de entre USD 350 y USD 700 por hectárea”, dice.

Lirio Rodríguez, de 72 años, cuyas tierras se encuentran un poco más allá de las de Villacrez, tiene una visión mucho más ambiciosa. Le gustaría que cuatro o cinco pequeños agricultores se unan para comprar un pequeño aserradero portátil, de modo que puedan cortar su propia madera y convertir los troncos en tablas toscas.

La venta de 200 árboles en pie de tamaño comercial, la cantidad promedio que produce una hectárea de campos en barbecho gestionados, para su extracción por un leñador conocido como bolainero representa aproximadamente USD 370 para un agricultor. Esa cifra se duplica si el propietario de la tierra corta y vende los troncos. Sin embargo, el ingreso neto para el propietario de la tierra por la misma hectárea de bolaina puede superar los USD 2000 si él o ella puede producir las tablas cortadas, llamadas tablillas, en el lugar.

Hasta el momento, sin embargo, la inversión requerida de entre USD 1500 y USD 2000, mantiene el aserradero portátil y otros equipos fuera del alcance de los pequeños agricultores.

Agregar valor a la madera cortada convirtiéndola en muebles u otros artículos también es difícil, señalan los funcionarios de la ciudad. Debido a que Contamana no está integrada a la red eléctrica del país, el costo de la electricidad producida por el generador a diésel de la ciudad haría muy costoso el funcionamiento de una planta de manufactura.

Pero uno de los mayores obstáculos que enfrentan los pequeños agricultores es la ley. Muchos aún carecen de títulos de propiedad de sus tierras, aunque algunos los han obtenido desde que Sears los entrevistó en el año 2007. Sin un título, por lo general los agricultores no pueden calificar para préstamos o programas de asistencia del gobierno.

Las regulaciones forestales peruanas están siendo modernizadas este año, y los investigadores sugieren que esto podría proporcionar una oportunidad para incluir políticas que permitan a los agricultores vender bolaina y otros árboles de crecimiento rápido que brotan en los campos agrícolas en barbecho y terrenos abandonados.

Estas políticas deberían incluir salvaguardas para garantizar que la madera en realidad proviene de campos en barbecho y no del bosque maduro, dice Sears, y agrega que Brasil, que cuenta con regulaciones de este tipo desde hace casi una década, podría servir de modelo.

Otro desafío es alentar a los agricultores a gestionar sus plantaciones de bolaina, despejando la maleza y raleando los plantones para optimizar la producción. Para ello sería necesario un “cambio cultural”, que podría acelerarse permitiendo a los pequeños agricultores visitar lugares donde otros agricultores están gestionando madera de sus campos en barbecho, dice Sears.

Modificar las prácticas agrícolas no es fácil, dice. “Los diálogos de agricultor a agricultor pueden ayudar. Estos cambiarán su forma de hacer las cosas cuando conozcan el dulce sabor del éxito, pero el cambio también requiere de apoyo en temas de propiedad de la tierra, regulaciones y finanzas”.

Esta investigación es realizada por CIFOR como parte del Programa de Investigación de CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería, y cuenta con el apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.

 

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